El tema de la Segunda Guerra Mundial parecería que ha sido superado o que es un tema que se ha ido desgastando con el transcurso de los años; sin embargo, aquella guerra fue tan traumática que no dejan de surgir nuevas maneras de abordar el tema debido a la inmensa cantidad de historias que hay por contar.
En la actualidad, el tema ha resurgido con la reedición de Mi lucha escrito por Adolf Hitler, con lo que se ha revivido una polémica moral entre aquellos que ven aberrante tal publicación —por afirmar que esto provocaría cierto resurgimiento de las ideas de Hitler o por el simple hecho de advertir el nacimiento de un nuevo culto o ideología moderna en las que se adapten las ideas del susodicho— y los menos, que argumentan el derecho a que la historia sea contada desde todas las perspectivas y con todas las voces (incluso ya hay libros a la venta que hablan del contenido de Mi lucha).
En este contexto, el escritor mexicano Juan Rodríguez-Cano, escribe La sinfonía interior una historia que se desarrolla a finales de la guerra, en la caída de la Alemania nazi. En esta novela se nos presenta a la música como una parte fundamental de escape, de huida. André es un músico alemán que ha sido capturado y enviado a un campo de concentración, acusado de “Actividad subversiva contra el régimen”, donde los silencios pesan más que los vivos, donde las palabras han sido calladas; allí habitan los silenciados, los que han sido llevados a espaldas de la paranoia, de aquello sospechoso, de lo que se intuye pero no se logra demostrar: todos estos son elementos de los que se componen los sistemas totalitarios, fascistas.
André es un pianista que de pronto se encuentra inmiscuido en los más oscuros pasajes de la historia de la humanidad. La descripción de las barracas que hace el autor sí logra colocar, tanto al personaje como al lector, en situación, como por ejemplo, la de los prisioneros que terminan llamándole traidor a André, éste que es igual a ellos, que comparte el mismo espacio pero que por alguna razón (que se desvela durante el transcurso de la trama) termina siendo rechazado por sus iguales.
Sin embargo, André va más allá de encajar con sus compañeros de prisión, él tiene una objetivo que se encuentra por accidente en el desarrollo de la trama, tal situación lo llevará a completar una misión que, a través de la música, no solo lo libertará sensible y espiritualmente a él sino a todas las víctimas directas o indirectas de los Nazis.
En la novela entran en juego varios personajes que representan signos que pueden traducirse en lo pragmático que puede ser el ser humano (pragmatismo llevado a sus límites negativos), en la pérdida de empatía y de humanidad, en el enfrentamiento entre iguales —provocado, en este caso, por un régimen que está empeñado en deshumanizar y convertir a los diferentes en algo irreconocible que se aleja de lo humano. Para poder infligir tanto daño a un ser humano, a éste hay que reducirlo a objeto o a otra cosa indefinible que sea tan distinto a nosotros que los haga irreconocibles, como si fuesen de otra especie, de otro mundo, de esta forma se anula cualquier signo de misericordia para con el otro— o en el hecho de acortar las distancias entre los asesinos y sus víctimas debido a la belleza de la música que no sabe de buenos y malos, sino que se expresarse libre y sensiblemente.
Juan Rodríguez-Cano logra poner todos los elementos necesarios para construir una buena novela; sin embargo, no lo consigue, ésta cojea debido a que todos esos signos antes mencionados no se logran desarrollar de una manera adecuada; es decir, se muestran y se resuelven con una rapidez que no consigue ser sustancial, no están lo suficientemente desarrollados como para que el lector logre relacionarlo con hechos o elementos ajenos a la propia novela; me refiero a que la importancia de las ideas que se plasman en la obra, por sí mismas encontrarían a lectores que le harían cabida en su actualidad social, en su contexto, y así, conseguir la importancia del libro.
Otro de los aspectos negativos es la aparición de la familia de André en sus recuerdos, en una manera de crear esta otra parte de la personalidad del personaje, la interna, y de esta forma lograr mayor sustancia (historia) en el origen del personaje; sin embargo, tal familia aparece fugazmente, a veces solo es una especie de fantasma que se manifiesta un par de veces en la novela, haciendo (intrascendente) imposible su integración en el contexto de la historia.
Pero acaso, lo que termina por decepcionar, es la forma un tanto fácil (por decir lo menos) en que las situaciones, en el clímax, se van resolviendo en favor del personaje central de la novela.
La sinfonía interior es una novela que se sustenta en una buena idea, con muchas piezas que podrían hacer de ésta una obra relevante, pero lamentablemente se queda muy corta (incluso, esto se reafirma con la extensión de la novela: a final de cuentas se siente demasiado corta, signo invariable, en este caso, de que la historia requería muchísimo más volumen; es decir, mayor contenido en el personaje central y el contexto en el que se desarrolla la historia) para fines propios de la trama.
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