“Para ver de verdad hay que comparar lo que se ve con lo que se ha visto. Por esto ver es un arte difícil” dijo Octavio Paz con relación al arte, cuando tuvo sus primeros acercamientos con el arte universal en México.
Contemplar es entender y ver, también así lo escribió en su momento Paz. Eso es exactamente a lo que invita la exposición “China no es como la pintan”, Obras maestras del Museo Nacional de Arte de China que se encuentra en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (antes albergó a la Escuela Nacional Preparatoria donde, precisamente, estudió O.P.).
Pasear por cada una de las salas donde se exhibe arte no sólo significa un camino al exterior e interior de una obra sino que se da una suerte de danza de los sentidos, donde la imaginación y la experiencia tangible; es decir, todo aquello que hemos visto a través de los años, se relaciona, se conjuga, de tal manera que nos ofrece no solamente emociones, también, significados, quizá, signos.
Pero volviendo a la exposición en cuestión, Obras maestras del Museo Nacional de Arte de China, está conformada por 151 piezas artísticas con las que se da “el encuentro con el arte antiguo, moderno y contemporáneo chino”, mismas que “revelan espontaneidad, fidelidad a las tradiciones, sutileza y sofisticación en un contexto propio”.
En realidad, sí se consigue esta intimidad entre obras de distintos tiempos con esta exposición. Se presiente conseguida y por ello es disfrutable, acaso, si hay que ponerle un “pero” (y esto ya entra completamente en mi gusto) tendría que ser el encuentro con la china más actual, las obras que representan la actualidad –son pocas- que, a mi parecer, desentonan con la belleza que transpiran las demás.
Tal vez no sean las obras en sí, sino lo que exponen: personas con ropas de actualidad, con rostros acartonados que expresan su precaria cosificación, el acartonamiento del siglo XXI que se siente tan vacío, tan decadente que aleja, no por la fealdad (la fealdad también es belleza) sino porque, en el hoy, estamos llenos de nada.
Se podrá decir que aquello que expreso sobre la obra, quiere decir que el arte se consiguió en tales pinturas (que pudo expresarme algo); sin embargo, mis aseveraciones tienen más que ver con una crítica a la época actual; es decir, la pintura como pretexto (mirar y darse la vuelta) para exponer mi malestar –sin obviar la técnica que se siente inferior al resto.
Déjenme regresar al tema en cuestión porque pensar la actualidad me lleva por otros caminos y lo que importa es “China no es como la pintan”.
En resumen, ¿qué encontramos en tal exposición?: “aguadas en tinta y color, óleo, grabado, escultura, artes mixtas y del arte popular; marionetas del teatro de sombras de la dinastía Qing y pintadas sobre cuero, que aún se siguen produciendo por comunidades de artesanos, conforman la exhibición. Bajo la mano de los talladores de Guizhou, Hunan, Guangxi y del Tibet, causan asombro las exuberantes máscaras”.
Todavía hay tiempo para ir, las obras se pueden apreciar sin problemas incluso en domingo; es decir, no hay que sortear cabezas y cuerpos que tapan la totalidad de las obras. La exposición concluye el próximo 19 de febrero de 2017: hay tiempo, vale la pena.
Y quién sabe, tal vez, todavía se pasee Octavio Paz por los pasillos de San Ildefonso, y si es así, posiblemente irá enseñándonos, hablándonos sobre pintura, sobre arte; quizá, con suerte, escuchemos al poeta decir que “ver un cuadro es oírlo: comprender lo que dice. La pintura, que es música, también y sobre todo es lenguaje”.
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