En Bacalar, Quintana Roo, se encuentra la hermosa laguna de 7 colores que, en determinado momento, muestra su diversidad de azules que la distingue y la convierte en un lugar fantástico.
La laguna es apacible al igual que las calles del pueblo, su centro, su Fuerte San Felipe desde el que los nativos se defendieron en su momento de los piratas que entraban a robarse la madera y el palo de tinte.
En Bacalar todo parece marchar más lento; la continuidad, se pacifica. La noche es más una reflexión, un estado, que una región y, ahí mismo, en esa gracia, se encuentra La Casa Internacional del Escritor dirigida por el profesor Ramón Iván Suárez Caamal.
Un centro que sirve para realizar eventos culturales, talleres y demás, con un esfuerzo que se concentra en una visión clara que tiene que ver con el compromiso por mantener las expresiones artísticas a flote, con la intención de que éstas sigan desarrollándose en función de un bien común social y particular.
Esa mirada al otro lado de los aspectos cotidianos que tienen todos los grandes promotores culturales y activistas de la conservación y continuación de las ideas artísticas la tienen el profesor Ramón y sus colaboradores como Germán Solórzano, y se agradece, no solo por parte de los involucrados en la cultura, no solo por los creadores de obras (a los que se les ofrece el hospedaje a cambio de una contribución artística al centro), sino por la gente que se acerca a esta Casa con la intención de encontrar otras formas de expresión, otras maneras de interpretar el mundo, otras formas de vivir éste que creemos es igual al de todos.
El trabajo es arduo para mantener el Centro. Las ayudas del gobierno del estado están, pero resultan insuficientes para el grado de compromiso mostrado por los involucrados, y todavía más, por la potencialidad que se puede palpar en la Casa: ¿qué tanto se podría hacer en la Casa del Escritor con un poco más de apoyo económico? Muchísimo.
Pero las circunstancias en la que está la Casa (no hay cerraduras en las puertas de entrada al lugar, por ejemplo) es la historia de siempre, en lo que concierne a la cultura, no solo ahí sino en un sinnúmero de lugares desde los cuales se está manteniendo el equilibrio social desde las raíces, con trabajo mal remunerado o sin paga alguna e incluso, muchísimas veces, manteniendo los espacios con dinero de los propios individuos comprometidos.
Esto pasa porque se sigue creyendo que el arte es un pasatiempo o que no tienen ninguna funcionalidad práctica (los utilitarios ven hasta en su existencia un signo de pesos: la vida les queda a deber solo con nacer y piensan que alguien –todos- debemos terminar por pagar esa duda), que los poetas, escritores y artistas son distintos de una manera negativa, no se les ve ningún valor comercial, no funcionan para el sistema global y por eso se desdeña su trabajo o se ningunea o se deja a un lado.
No se dan cuenta de que la cultura es fundacional en muchos aspectos, no desde el sentido del hombre mismo; es decir, desde un beneficio positivo e individual, sino que ésta da identidad y fundamenta los cimientos de un nuevo hacer en el mundo, de una visión de vida que a final de cuentas se llevará a cabo con las herramientas que la actualidad ofrezca.
La manera en que vivimos, las leyes por las cuales nos regimos, las ideas progresistas –y las que no o ya superadas- que sirven para catalogarse a países como de primer mundo o tercer mundo; las distintas ópticas, perspectivas, desde las que reflexionamos, interpretamos y opinamos del mundo entero y de nuestro microcosmos como puede ser la familia, no se pueden sostener sin un bagaje cultural preciso y fuerte.
En la actualidad se quiere mostrar que pensar es lo de menos, que las computadoras lo harán por nosotros, que la facilidad del todo está al alcance de la mano, que no hace falta preocuparse por resolver problemas porque otra máquina lo hará por nosotros; nos están diciendo abiertamente que el pensamiento ha sido superado, que no somos sino entes utilitarios destinados a ser desechados en su momento.
¿Pensar para qué? ¿La cultura qué caso tiene mantenerla? ¿Qué caso tienen en esta época las expresiones artísticas que han servido para sostener y desarrollar el pensamiento si ya no es necesario pensar?
La realidad es que sí, siempre existirán hombres comprometidos con la preservación de la cultura y el valor de ésta, pero, después de todo, eso nos hace ser islas en la inmensidad del océano -no se consigue un impacto mayor-, y es una tristeza que esto ocurra no sólo por la falta de recursos, sino por el desvalorizar la parte fundamental y sustentadora de las sociedades: la cultura, el arte.
Larga vida a La Casa Internacional del Escritor de Bacalar y a los que la han mantenido a flote. El trabajo no puede detenerse y la voz tampoco debe ser silenciada para seguir insistiendo, aunque canse, del valor real de este tipo de espacios.
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