Ausentarse como medio de salvación o de protesta

Hay veces que la sucesión de acontecimientos negativos en un individuo desencadenan que éste quiera fugarse de la realidad, y más que fuga, ausentarse. Ausentarse...

18 de septiembre, 2015 sentido de la vida

Hay veces que la sucesión de acontecimientos negativos en un individuo desencadenan que éste quiera fugarse de la realidad, y más que fuga, ausentarse.

Ausentarse no es precisamente llegar al extremo del suicidio, porque después de todo, sólo se intuye que éste puede ser una salida, mas no es claro que lo sea; sin embargo, hay una opción menos agresiva de tal desprendimiento con el mundo, y esto es, hacer todo lo posible por solamente estar.

La oficina (Alfaguara, 2015), novela del escritor y periodista sueco Lars Berge, aborda este tema directamente en la realidad de Jens Jansen, un tipo que trabaja en una empresa venida a menos, ubicada al medio de una autopista solitaria en Suecia, teniendo un puesto de mediana importancia, mismo en el que hacía todo lo posible por perpetuarse.

Es decir, su empeño en no sobresalir, no aspirar a mejores puestos, era a razón de que él no quería hacer nada. Su clara inutilidad pasaba desapercibida dado que alguien más de la oficina (Elisabeth Pukka) cumplía y realizaba el trabajo que todos le atribuían a Jens.

De pronto, su estabilidad pasiva comenzaba a desvanecerse. ¿Su problema? La posibilidad de que la empresa Helm Tech se desprendiera de Elisabeth.

Y entonces: ¿qué hacer en tal situación? ¿Cómo realizar su trabajo si nunca lo había hecho? Quedaría expuesto, terminaría por ser el punto final a una serie de hechos que lo habían llevado a querer desaparecer.

Su apatía de igual manera se alimentaba de una relación de pareja destruida por los años y el engorroso proceso de separación que esto conlleva.

Pero como el propio narrador nos cuenta en la novela, Jansen “no estaba amargado, sólo había ido perdiendo, poco a poco, la fe en ese sistema en el que él mismo no era más que un componente pequeño e insignificante. No deseaba morir, simplemente ya no quería ser representativo, competitivo, ni proactivo. Tampoco aspiraba a triunfar (…) Ya no era capaz de verle ningún sentido a ese modo de vida. Jens Jansen sólo quería estar”.

A este respecto, recordé las palabras de Charles Bukowski al preguntarse dónde quedaba el sitio “para todos aquellos que no queremos ser nada, que no aspiramos a nada”.

Estas ideas concretas que nos expresan tanto el autor de La oficina como Bukowski, acercan al lector a una realidad que viven muchas personas en el mundo; es decir, tanto un sueco, como un alemán que desarrolló su vida en los Estados Unidos, así como alguien sumergido en el contexto mexicano, sienten, por una serie de eventos, la necesidad de ser nadie, de nada más ocupar un espacio.

La naturaleza real de todas las cosas, su existencia, radica en ocupar un sitio determinado en el todo. Es su máxima expresión de realidad.

Tal idea puede ser fundamental para entender el por qué los seres humanos, de pronto, en la completa corporeidad y un tanto accidental, aspiran a volver al punto inicial de las cosas: estar.

Este deseo de volver se puede ejemplificar con aquél niño que de pronto asustado, vuelve a los brazos de su madre para protegerse, porque entiende que allí nada puede pasarle: se vuelve un estado de pasividad armoniosa. Una vuelta a lo natural.

Es interesante ver que muchos adultos, al ser abrumados por el mundo, buscan volver a la profundidad de su naturaleza.

No quieren morir —como el personaje de Lars Berge—, sólo quieren estar en los brazos, en este caso, del espacio, de ese cosmos que es nuestro principio.

¿Cuántos de nosotros nos hemos sentido así? ¿A cuántos nos ha llegado ese momento en el que nos “queremos quitar de en medio de la masa”?

¿Por qué tal sensación individual de huida, se refleja en diversos contextos sociales; es decir, no únicamente aparece en los países en guerra o en continua crisis?

¿Llegar a querer ausentarnos nos vuelve inadaptados, o es señal de que el funcionamiento mundial de las sociedades nos está llevando a una suerte de autismo voluntario en el que preferimos encerrarnos en uno mismo y dejarnos a la suerte sin importar nada más?

A tal reflejo sensible de los individuos, el “estar”, puede leerse como medio de salvación o de protesta pasiva, ¿no les parece?

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