El sector automotriz, que ya de por sí es muy competido por la enorme gama de fabricantes que existen en todo el mundo, está enfrentándose a una nueva competencia, y no es poca cosa.
Se trata de las multinacionales Google y Apple, las cuales, igual que la industria del automóvil hace más o menos un siglo, han echado a andar una transformación sin precedentes en la historia de la humanidad.
La cantidad de tareas que uno puede hacer con las aplicaciones de un teléfono inteligente eran insospechadas hace unos diez o quince años.
Esa facilidad para realizar muchas tareas a través de la tecnología que nos provee un smartphone o una tablet, surge gracias al liderazgo en investigación computacional y desarrollo de productos que empresas como Google y Apple llevan a cabo.
Por su parte, las compañías de automóviles han ido incorporando a los automóviles sistemas cada vez más complejos de seguridad y de confort que funcionan gracias a millones de líneas de código de programación computacional en el centro de mando del automóvil. Se habla de que un automóvil del segmento premium puede tener hasta cien millones de líneas de código, más o menos el doble de código de programación que un colisionador de hadrones.
En vista de que los automóviles se han ido convirtiendo gradualmente en verdaderos contenedores de software, las empresas líderes en computación, Google y Apple, están cobrando cada vez más importancia en el sector.
Usted se preguntará ¿Es posible que estas dos empresas de cómputo puedan fabricar algún día un automóvil con la calidad y la solidez de un Mercedes Benz o un BMW? Probablemente no, pero como lo señala el periodista Jack Ewing en un artículo publicado recientemente en el diario The New York Times, el verdadero riesgo para las compañías es convertirse en simples fabricantes de hardware.
Algunos fabricantes de autos han desechado esta hipótesis, señalando que no tienen planes de convertirse en maquiladores de Apple o Google, ya que ellos mismos desarrollan el software para sus autos.
Sin embargo, la realidad de los fabricantes en lo que tiene que ver con el software se está tornando cada vez más adversa.
Lo que sucede es que algunos expertos bienintencionados de universidades como Stanford y California han invitado a las compañías automotrices a “abrir” sus códigos de programación para que cualquiera pueda verificar su funcionamiento y eventualmente informar sobre posibles inconsistencias de programación que pudieran derivar en fallas o accidentes.
También los malintencionados hackers se han pronunciado por lo mismo que los centros de investigación de software, demostrando que de todas formas algunas marcas son totalmente vulnerables. Algunos hackers en Estados Unidos han detenido autos que circulan normalmente y los han “vuelto locos a propósito”, activando remotamente muchas funciones como luces, limpiaparabrisas y botones de seguridad al mismo tiempo; hasta han apagado el motor.
La vulnerabilidad de software de los autos se da en diferentes niveles, dependiendo de qué tan bien encriptado esté el código de programación de la computadora que controla todas las funciones del vehículo. Sin embargo, este problema puede alcanzar niveles insospechados.
Recientemente vimos que Volkswagen, el segundo fabricante de autos a nivel mundial y que se perfilaba para tomar el liderazgo este mismo año, se vio envuelto en un escándalo por el descubrimiento casi inocente de una universidad y una organización civil ambientalista en Estados Unidos, el cual reveló que poco más de diez millones de autos de esa marca cuentan con un algoritmo para ocultar emisiones contaminantes en motores a diésel cuando se les somete a pruebas de emisiones. Lo que sigue para la marca alemana son multas, demandas, una crisis de confianza y pérdidas tanto de valor de la marca en el mercado bursátil como por las menores ventas esperadas.
Tal parece que una de las preguntas más relevantes que se estarán haciendo las empresas automotrices en un futuro no muy lejano será si deben seguir produciendo su propio software o deberían enfocarse en armar automóviles y dejar que otras empresas como Google y Apple les provean de programación.
Esta preocupación ya está aquí para muchas compañías y el panorama se pone aún más complejo al ver la gran capacidad financiera y el éxito en desarrollo de productos que tienen empresas como Google y Apple.
Apple, la marca del fallecido Steve Jobs, generó en 2014 utilidades netas por casi 40 mil millones de dólares y empleó a 98 mil personas. Por su parte, el valor de capitalización de Google en el mercado accionario alcanzó este año los 473 mil millones de dólares.
Ambas empresas Apple y Google, ocuparon la primera y segunda posición entre las mejores 100 marcas mundiales que destaca la empresa Interbrand.
Pero también están otras empresas como Samsung, la cual va a la cabeza en el desarrollo de teléfonos inteligentes junto con Apple, y cuya fortaleza financiera y valor de capitalización no ha dejado de crecer.
Por si el grado de desarrollo de software y la capacidad financiera no fueran suficiente amenaza de las empresas tecnológicas para los fabricantes de autos, está el hecho de que Google está avanzando velozmente en el desarrollo de automóviles que no necesitan conductor.
En agosto de este año fue presentado el prototipo del auto de Google, el cual es un diminuto automóvil eléctrico que circula a una velocidad máxima de 40 kilómetros por hora y puede detectar el movimiento de peatones, bicicletas y muchos otros objetos, así como señales de tránsito y colores de las luces del semáforo.
El auto de Google está en fase de pruebas para contar con permisos de circulación, pero algunos estados como Nevada ya modificaron su legislación para hacer factible que este tipo de vehículos circulen por sus calles.
Muchos expertos opinan que el auto de Google va a ser otra gran revolución tecnológica, pues se reduciría el tiempo que las personas gastan en el tráfico, disminuiría la contaminación y haría más confortable y seguro el viaje para las personas. Además, este sistema podría ser incorporado a algunas redes de transporte público.
La aparición de internet hace ya casi un par de décadas trajo consigo uno de los inventos que han propiciado uno de los mayores cambios estructurales que se han registrado en la economía mundial: el correo electrónico.
Antes de contar con el correo electrónico, las empresas gastaban una cantidad de recursos mucho mayor que ahora para la comunicación tanto interna como externa. Con el correo electrónico, las empresas ahorraron en asistentes, papelería, mensajeros, archivo y un sinfín de recursos más. No es que las empresas dejaran de necesitar todos esos insumos, simplemente la dinámica de la producción cambió, se reorientó.
Algo parecido puede llegar a ocurrir en el medio de transporte de las personas. Los automóviles podrían muy pronto ser no solo mucho más baratos, sino estar tripulados por el sistema de Google. Como en muchos otros acontecimientos sorprendentes de la humanidad, hace falta que algunos estén imaginándolo para crearlo. El tiempo nos dirá si fue posible, pero es casi seguro que con que se vuelva importante en la vida de las personas, será suficiente para que ocurra.
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