Si los medios liberales norteamericanos (New York Times y Washington Post) esperaban asustar a Donald Trump con la ñoñez de las dos prostitutas meonas y los encuentros patrocinados por el gobierno ruso, están más que perdidos. No aprendieron nada. No han entendido que sus lectores no son el “gran público norteamericano”, sino una minoría que parece haberse quedado aislada. Al público del magnate no le importa su misoginia ni sus “perversiones”. Así, el escándalo ruso se le resbaló a Trump. De igual forma sucedió con el discurso de Meryl Streep, quien con toda la razón la emprendió contra el nuevo presidente norteamericano. Sin embargo, la fulminante respuesta del millonario llamando “lacaya”, “sobreestimada” y “perdedora” demostró que los liberales simplemente no han entendido que tratar de demostrar quién es Trump no les interesa a sus seguidores, simplemente porque YA LO SABEN y no les importa.
Trump se maneja bien en el terreno público, lo suficientemente bien como para desafiar a algunos de los principales medios liberales (CNN, NYT y WP, entre otros), a los que ha llamado “medios mentirosos”. A medida que el miedo cunde entre quienes están en el blanco de los planes trumpianos, también debería crecer este miedo porque el buen pueblo norteamericano, en su mayoría, los dejará solos. Musulmanes, hispanos, mujeres, homosexuales y una larga cauda estarán bajo la lupa. La vieja tradición libertaria se ha perdido. Ahora se sacrifica el ideal al pie de la Torre Trump.
Por supuesto, en su primer discurso oficial, el Donald no podía dejar pasar el tema de México. Luego de hacer un reconocimiento (envenenado) al gobierno mexicano, reiteró que hará el muro fronterizo lo más rápidamente posible y que México pagará de una forma u otra. Horas después, el presidente Peña Nieto hizo lo que había que hacer: rechazó que nuestro país vaya a pagar por el muro, pero aseguró que su gobierno tratará de tener una buena relación con el nuevo gobierno. Hoy, seguramente la mayor parte del círculo rojo y la clase política opositora le reclamará que su respuesta a Trump no haya sido más nacionalista, más fuerte, más digna o cualquier cosa que sirva para denostarlo. La salida fácil de la crítica.
Queda claro que la salida del presidente Peña se hizo para que el nuevo secretario Luis Videgaray se preservara como el posible canal con la administración Trump. Si el secretario de Relaciones Exteriores contestaba la declaración del presidente electo, se corría el riesgo de que ese puente se perdiera, pero además de que esto afectara cualquier posibilidad de que se convirtiera en el candidato. De cualquier forma, Peña ya es un cartucho quemado.
Sin embargo, tal vez hubiera sido mejor que fuere el Canciller quien respondiera. Realmente, su papel como puente no está claro y no parece tener mucho futuro, mientras que su tarea como responsable de la política exterior mexicana, con todo lo que conlleva, requiere asentarse. Pero fuera como haya sido, no estaría más empezar a pensar, en serio, en buscar otros horizontes, tal vez el futuro esté en Asia.
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