Se escribió aquí que el acuerdo Ebrard-Trump puede ser positivo o negativo en función de quien hable de él, pero más allá de esto hay que decir que el problema no es el acuerdo en sí, sino algunos puntos acerca de cómo se estableció y las consecuencias a futuro que podrían graves para México, los Estados Unidos y los críticos de AMLO.
Es claro que para los migrantes de todo el mundo que llegan a México el acuerdo es malo. Virtualmente significa el rechazo para entrar a los Estados Unidos y el escoger entre quedarse aquí o regresar a su nación de origen. A pesar de las consoladoras palabras de López y Ebrard, los migrantes se enfrentarán a xenofobia, condiciones de escasez muy graves y una guardia nacional que no está capacitada para el manejo de estas situaciones. El respeto a los derechos humanos no se aprende por encomienda presidencial.
Es altamente probable que, pasados los 45 días de prueba para el gobierno de López Obrador, el presidente Trump vocifere que México no ha cumplido con el acuerdo y que deben hacer cambios legislativos o enfrentarse a la amenaza de aranceles. No importa si México cumplió o no, al mandatario yanqui le conviene presionar más por motivos electorales. De esta forma, el ejecutivo tendrá que mandar al Congreso una iniciativa para que México se convierta en tercera nación segura formalmente. Con su mayoría, MORENA logrará pasar la propuesta sin mayores problemas. Ni siquiera Peña Nieto hubiera dado ese paso.
Fue el acuerdo “menos malo” que se pudo lograr, dicen los que apoyan al gobierno de AMLO, pero lo peor no es el acuerdo en sí, sino cómo se estableció. El hecho concreto es que Trump ya pesó y midió al gobierno de López Obrador y se dio cuenta de que el tabasqueño cederá mucho terreno para que sus proyectos tengan éxito.
Pero la complacencia de López Obrador tiene un límite. Si a pesar de todo lo que ceda sus proyectos comienzan a naufragar, como es previsible en varios casos, Trump se estrellará contra el muro de la radicalidad nacionalista. El habitante de la Casa blanca puede meter la pata si no entiende que debe haber un límite para sus exigencias. Ya se escribió aquí: el peor escenario para el gobierno norteamericano es un presidente vociferante, radicalizado y con capacidad de mover a millones de mexicanos. Las cosas se podrían cambiar a otro nivel.
Un presidente radicalizado, convocando a movilizaciones y atacando a los gobiernos que le precedieron, a los fifís, a los críticos y, desde luego, a Trump, tal vez lograra muchos apoyos. En este escenario, los críticos de López Obrador no tendrán espacio, so pena de ser acusados de traidores o algo similar.
Es cierto que todo esto es fruto de la especulación, pero es parte de un escenario cercano y posible.
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