Se acabaron las campañas (ya desde antes)

A dos días de que formalmente se terminen las actividades de las campañas políticas y a menos de una semana de...

25 de junio, 2018

A dos días de que formalmente se terminen las actividades de las campañas políticas y a menos de una semana de que se celebre la votación, hay que decir que, en realidad, las campañas terminaron hace semanas, cuando fue claro que no había manera de alcanzar a López Obrador.

El candidato que era la esperanza de la oposición al tabasqueño, Ricardo Anaya Cortés (RAC), simplemente perdió impulso en la recta final.  Su campaña estaba acabada cuando él y Jorge Castañeda comenzaron a buscar excusas de que sus esfuerzos no se consolidaban. Deja a dos de los tres partidos en una crisis grave. El PRD desfondado, con militantes presentando su renuncia y buscando acomodo, como sea, en MORENA, la esperanza de los chapulines. Es altamente probable que el único partido de izquierda esté condenado a desaparecer en una no tan lenta agonía. Por su parte, el PAN sobrevivirá, pero el costo será enorme. Los grupos que han estado esperando el fracaso de la campaña presidencial están prestos a luchar por la dirección de ese partido. El único que saldrá indemne es Movimiento Ciudadano, que se salvará gracias a la ausencia total de oposición  a Dante. Terminará siendo un partido paraestatal a la manera del viejo PARM o el PPS.

La campaña de José Antonio Meade Kuribreña nunca prendió; el ciudadano intachable no pudo vencer la sombra de Peña Nieto y el PRI, aunque la verdad nunca quiso o nunca pudo. No sólo el PRD ha sufrido deserciones, también el partido tricolor las ha tenido y muchas más vendrán en los próximos meses. Se ha dicho aquí: el código genético de MORENA está muy cercano al del PRI de antes. El Verde ha demostrado que no es un partido, sino un negocio, como lo demostró el gobernador de Chiapas. En el PANAL también se están dando deserciones y podría perder su registro esta vez.

En el Estado de México, enclave del priismo nacional, Meade aseguró que no debía extrañar a nadie su triunfo. La verdad es que sería extraño siquiera que alcanzara el segundo lugar. Su idea de que México está mejor en manos de los priistas está hueca. La realidad ha demostrado que la administración peñista tiene una imagen pésima en México y en el extranjero. Pero en algo tiene razón: el PRI ya se transformó, ya no es más un partido ganador.

Anaya repitió sus mismas ofertas: justicia en los casos de Ayotzinapa y Odebrecht, combate a la corrupción. Sus frases parecían trilladas y sin contendido. En el Ángel de la Independencia, junto a Barrales, aseguró que ganarán. Ni sus partidarios más cercanos están convencidos de ello.

El de ayer fue un domingo de Mundial de futbol, con cierres de campaña que pasaron desapercibidos. PAN y PRI parecen esperar un milagro (¿el voto oculto?) que ningún analista o periodista cree que ocurra.

¿Y AMLO? Parece tranquilo y ofrece paz, pero muchos de sus partidarios ya están diciendo en redes sociales que se están afilando los cuchillos. ¿Podrá contenerlos?, ¿querrá?

 

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