Los nuevos nombres, desconocidos para la gran masa, van llegando a los puestos de dirección política del país. Nombres sin prestigio ni experiencia. Llegó Ricardo Anaya al Partido Acción Nacional (PAN) y varios lo definían como una extensión de Gustavo Madero; hoy, nadie se atrevería a sugerir tal cosa. Ahora, los diarios mencionan a Enrique Ochoa Reza como el próximo presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y más de uno pregunta quién es, de dónde salió.
Hace unos días, nos preguntamos en este mismo espacio qué haría el presidente Peña con el PRI. Vislumbramos tres opciones. La primera, la obvia, sería la llegada de un cercano a Peña Nieto, alguien como Luis Miranda, Aurelio Nuño o Luis Videgaray. Este camino significaría que el partido ya no guardaría silencio cuando se presentarán ataques al presidente. Sería un partido más unido al jefe real. Sin embargo, se señaló que una imposición de un personaje cercano al mandatario, pero no a los priistas, podría ser contraproducente. Controlar al aparato del partido no significa ni controlar ni convencer al PRI. La segunda opción era dar un paso atrás y dejar que los priistas decidieran quién sería su presidente nacional. El riesgo, se señaló, era que se podría ahondar el distanciamiento. La tercera opción era complicada de aterrizar: un presidente que lograra superar las diferencias, que uniera al partido, que no abandonara al presidente en sus batallas, que reuniera los intereses del presidente y su organización.
Todo parece indicar que Peña Nieto se decidió por la primera opción: proponer (nombrar) a una persona cercana. Las interpretaciones de este hecho serán muchas, van algunas: se fortalece Luis Videgaray; no se quiso poner en el PRI a Osorio Chong para no darle ventajas sobre los demás. Serán tantas interpretaciones como la imaginación de los analistas dé, pero hay una pregunta válida: ¿se pensó en el partido al hacer la propuesta? Ya los priistas contestarán esta inquietud.
Enrique Ochoa Reza, según su curriculum, es un hombre sin “experiencia política”, pero los priistas que contaban con ella no han tenido mucho éxito. Como en otras ocasiones, la dura realidad barrió famas y redujo estaturas. Se dirá que las cualidades de Ochoa pasan por tener buena imagen, pero el hecho es que no tiene ninguna, ha sido hasta ahora un funcionario invisible.
Tal vez existe un divorcio entre lo que el PRI necesita y lo que Peña Nieto necesita del PRI. El partido necesita una especie de reestructuración, según lo que han dicho el anterior dirigente, Manlio Fabio Beltrones, y la actual presidenta, Carolina Monroy. ¿Es Enrique Ochoa el hombre adecuado para esta tarea?, ¿es el indicado para reunir al partido con el presidente alrededor de temas delicados?, ¿o tal vez sólo es un administrador del desastre?
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