México no es Brasil… ¿O sí?

Gracias al uso faccioso de los aparatos de Estado, Luiz Inácio Lula da Silva había ido a parar a prisión.

11 de abril, 2018

Gracias al uso faccioso de los aparatos de Estado, Luiz Inácio Lula da Silva había ido a parar a prisión. Más allá de que sea inocente o culpable, lo que está ocurriendo en Brasil está haciendo temblar la frágil democracia de aquel país. En este punto cabe hacerse dos preguntas: ¿qué impacto puede tener la situación de Brasil para América Latina? Y ¿lo que sucede en Brasil puede pasar en México?

Sobre la primera pregunta, hay que partir del hecho de que la crisis en Brasil tiene tres componentes: lucha por el poder, corrupción y uso faccioso de las instituciones de Estado. En mayor o menor medida, estos tres componentes se están dando en otros países de la región, pero en distintas combinaciones y probablemente con diferentes resultados. Tal vez sólo Venezuela afronta un escenario peor que el brasileño. Sobre la segunda pregunta hay dos componentes (corrupción y lucha por el poder) que se están dando en México, pero con una característica distintiva: las acusaciones de corrupción sólo están tocando a uno de los competidores por la Presidencia: Ricardo Anaya Cortés (RAC). Sin embargo, las acusaciones son hasta ahora más mediáticas que reales, más tendientes a desprestigiar y afectar la campaña del panista que a llevarlo a prisión. Por otro lado, como nunca antes, hay un buen número de exgobernadores que enfrentan procesos legales o condenas, casi todos del PRI, pero que no están jugando directamente en la elección. Aunque es claro que la mala imagen de estos inculpados explica en buena parte el hundimiento del partido tricolor en la competencia electoral en todos los niveles. Lo más curioso es que estos exgobernadores enfrentan problemas legales no porque un gobierno de oposición los pusiera en esa situación, sino porque un presidente de la República de su propia organización política lo hizo. Al menos esto debían reconocerle a Peña Nieto: haber hecho algo que nunca quisieron hacer ni el PAN ni el PRD. Por lo que se ve, tampoco MORENA recurrirá a eso de castigar a sus propios cuadros. Más de un priistas seguramente cree que con esta acción, el presidente se disparó una bala en el pie.

Más allá de estos priistas que se encuentran procesados o acusados, no hay un uso de los aparatos de Estado como el que se da en Brasil. Tampoco es previsible que el INE o el TEPJF vaya a participar en una conjura contra ninguno de los candidatos, pero entonces, ¿México está a salvo de que la lucha por el poder haga temblar la democracia? La respuesta es: ¿quién sabe? En el escenario más probable, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), difícilmente sería cuestionado por el PAN o el PRI más allá de los recursos legales razonables. Mientras a los partidarios del candidato de MORENA no se les ocurra hacer una especie en miniatura de la Operación Colibrí, la transición será relativamente tersa. Pero, en otro escenario, suponiendo que AMLO pierda sorpresivamente, entonces sí habría un cuestionamiento de todo el aparato de Estado con consecuencias imprevisibles. El tigre con el que ha amenazado López. El PRD, MORENA y AMLO han sido malos perdedores. De una u otra forma siempre juran que hubo fraude, uso faccioso o ayuda de alguien para explicar sus derrotas. Esta vez, el enojo sería el mismo, pero elevado a la décima potencia. ¿Resistirían las instituciones? Difícilmente.

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