Como era de esperarse, los resultados de la prueba Planea fueron muy malos. La prueba se aplicó a más de un millón de alumnos del último año de educación media superior de casi 15 mil escuelas públicas y privadas. El dichoso examen tiene dos componentes: lenguaje y comunicación, por un lado, y matemáticas, por otro. En el primer rubro, sólo un 12% demostró contar con habilidades bien definidas para el lenguaje y la comunicación. Otro 24% mostró esas habilidades, pero con algunas deficiencias. Seis de cada 10 alumnos enseñaron serias deficiencias en el tema. En matemáticas el asunto fue peor: sólo un 6% demostró habilidades completas para las matemáticas y otro 12% habilidades con deficiencias. Eso significa que ocho de cada 10 alumnos tienen serias deficiencias en el área de las matemáticas.
Como en una obra de teatro con un guion definido, al conocerse los resultados salió, a escena el secretario de Educación, Aurelio Nuño, a lamentarse de los resultados y a señalar que la reforma educativa se había hecho precisamente por eso. Es cierto que resulta demasiado pronto para que la reforma educativa tenga algún impacto apreciable y menos en la educación media superior. Es cierto que en ambos rubros el Distrito Federal, con toda la presunción de ciudad capital, ocupa el último o los últimos lugares de la tabla y, finalmente, es cierto que la reforma educativa tendrá a la larga un impacto positivo en el mejoramiento educativo.
Pero desde ahora es conveniente decir que no bastará con la reforma educativa. Tampoco bastará con regalar laptops o tabletas. Son necesarios programas específicos para trabajar con los alumnos y los padres. Y uno de ellos podría ser el fomento a la lectura entre niños y adolescentes. En este campo hay mucho que hacer. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Lectura dada a conocer ayer, los mexicanos leen 3.5 libros por placer al año y 1.8 por obligación. Con todo y la pobreza de estos números, México quedó en segundo lugar en América Latina. Otros resultados también son llamativos: seis de cada diez encuestados contestaron que fueron sus maestros quienes les inculcaron (inútilmente por lo que se ve) el hábito de leer. El resto señala a sus padres como los responsables. Este año, según la medición, se leyeron libros como la Biblia o 50 Sombras de Grey, además de poesía. En otros años fue Harry Potter o El Señor de los anillos, lo que revela el peso de la publicidad a la hora de decidir lo que se lee.
Para un programa de lectura, esto se podría utilizar: hacer publicidad para que los jóvenes lean, pero hay que hacer mucho más. Ya que tenemos un Estado y una clase política que gustan de meterse en las recamaras para decidir si nos fumamos un churro o no, que se meta para poner libros y una presentación amena para abordarlos.
Ayotzinapa: vivos se los llevaron, vivos los queremos
Desde que este triste caso de desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa comenzó, el ahora...
septiembre 27, 2019Guerra sucia y guerrilla
Ahora que se ha puesto sobre la mesa el tema de la guerrilla en México, cabe hacer algunas reflexiones,...
septiembre 23, 2019Crónicas del año cero (XXXII): El fin del capitalismo
El fin del capitalismo ha sido sentenciado muchas veces en la historia; desde Marx hasta Chávez y Maduro, se...
septiembre 3, 2019¿La oposición debe pelearse con López Obrador?
Cada mañana (y durante el resto del día), el presidente López Obrador lanza puyas, mentiras, exageraciones y tergiversaciones, mezcladas...
agosto 30, 2019