Margarita al asalto del PAN

Es cierto que el tema de la llegada al poder de Trump desencaja a más de uno, pero bien mirado el asunto...

17 de noviembre, 2016

Es cierto que el tema de la llegada al poder de Trump desencaja a más de uno, pero bien mirado el asunto, los partidos están más preocupados por los procesos electorales. Se diría que tratados y muros hay muchos, pero candidaturas existen pocas y hay escasas oportunidades de conseguirlas. Bueno, excepto para Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Los únicos aspirantes que están en el tema Trump son los priistas y eso tiene que ver con el hecho de que están en el gobierno. Ah, también el independiente Jorge Castañeda, quien en más de una ocasión dio por perdido a Trump. Los demás aspirantes están en otra cosa.

En el PAN, por ejemplo, Margarita Zavala juega una partida de ajedrez con sus contrincantes y está sitiando al rey blanco y dejando encerrado al rey negro. Es una reina independiente. Primero, fue la famosa carta de los 18; luego, de manera más que oportuna, el Universal se fue a la yugular de Ricardo Anaya y sus viajes a Atlanta. Esto ha forzado al joven dirigente panista a celebrar dos reuniones con su contrincante en las aspiraciones de ser candidato presidencial. El éxito de estos movimientos le ha dado tal seguridad a la ex primera dama que ahora dice sin cortapisas que su apuesta es ser candidata del PAN. Se dijo capaz de “guiar y encabezar un proceso para que el país recobre la paz y la esperanza.” Interrogada por el periodista Joaquín López Dóriga, declaró que no le tiene confianza al líder de su partido debido “a su indefinición” de ser aspirante o presidente nacional del PAN.

En este ardid de la confianza ha caído por completo Anaya y ha cedido terreno esperando que eso le dé espacio para más adelante tomar ventaja. En la última de estas reuniones de “desconfianza” hubo ofrecimientos y acuerdos, pero entre ambos prevalecieron distintas ópticas. Para el presidente panista el encuentro fue cordial; para Margarita fue, a juzgar por sus dichos, claramente insuficiente. Obligado por las circunstancias, el primero declaró que las puertas del partido “están siempre abiertas” para ella y para cualquier otro aspirante (¿hay muchos?). Curiosamente, la invitó a todo aquello que de suyo debería ser básico derecho de todo militante panista: sacar adelante los procesos electorales de 2017, compartir spots y ayudar a depurar el padrón panista. Ya se escribió en este espacio que el asunto de los spots puede ser una manzana envenenada. Por supuesto, en la posición de fuerza que tiene Margarita Zavala, debía arrinconar más a Anaya: “De cara al proceso del 18, yo estoy construyendo desde luego la confianza y también que sea recíproca, pero sí me es muy difícil cuando quien es árbitro también quiere ser delantero y abanderado, todo junto, pues es muy complicado. También este tema lo tratamos y la importancia de las definiciones claras.” Desde luego, aceptó hacer parte de los spots del PAN.

Hay que reconocer que Ricardo Anaya ha respondido medianamente bien a la petición de Margarita Zavala, pero el problema es que lo hizo obligado por la presión y esto lo ha hecho perder la iniciativa política que tenía desde las elecciones de junio. Adicionalmente, su inexperiencia lo ha colocado en entredicho por su supuesto doble papel y ha tensado el ambiente en el PAN. Sin embargo, hasta ahora, los roces en ese partido no han sido graves, pero si no hay algunas decisiones a la vista, el proceso puede complicarse y dañar la posibilidad de triunfo. El ejemplo desastroso del Estado de México debería evitarse a nivel nacional.

Más allá de cómo resuelva el PAN todo esto, habría que preguntarse quiénes son los aspirantes. ¡Quién es Ricardo Anaya si se le despoja de su papel de presidente panista?, ¿quién es Rafael Moreno Valle si no es el gobernador de Puebla? Desde afuera, ninguno de ellos parece contar con una personalidad política fuerte más allá de sus cargos. Lo cierto es que Margarita Zavala es la única que la tiene sin necesidad de ostentar ningún cargo. Su problema es otro. Hasta ahora, ha crecido en el ánimo de la opinión pública por lo que no ha dicho, pero su discurso está lleno de generalidades del tipo: “amor a México”, combatir  la corrupción, etc.  Adicionalmente, su posición sobre el desastre en seguridad que dejó el gobierno de Calderón no se conoce. Es difícil imaginársela en una campaña con estas características y resistiendo sólo con su habitual pasividad a los señalamientos de AMLO, el verdadero contrincante. 

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