La lógica de los partidarios de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es impecable. No importa qué morenista o el mismo Líder (así, con mayúsculas), meta la pata o sea encontrado haciendo algo ilegal, hordas de “defensores” saldrán a afirmar que hay un priista (o panista o perredista) que hizo algo peor o bien el morenista es atacado por su ejemplar lucha contra un sistema amafiado. Si la senadora Sansores gastó miles de pesos del Senado para comprarse chuchulucos personales, la atacan porque le contestó a Peña Nieto (¿alguien se acuerda cuándo?, ¿se acuerdan que le dijo?). De paso, Reforma publica al otro día que el líder sindical Romero Deschamps, también senador, tiene una casa de más de dos millones de dólares que está reconstruyendo a un costo todavía mayor. ¿Qué son los tristes 750 mil pesos de la senadora Sansores contra los lujos del líder sindical? Nada.
Para complementar, AMLO comenta que cuando gane terminará con el charrismo sindical, refiriéndose desde luego al Senador Romero Deschamps. Pero, dos preguntas: 1) ¿acabará con todo el charrismo sindical o sólo con los charros que no son sus partidarios? 2) Partiendo del hecho de que el charrismo sindical es abominable, ¿cómo se propone acabar López Obrador con el charrismo cuando se supone que no es una esfera del Ejecutivo?
Lo peor no es este modo de argumentar, sino que en efecto, siempre parece haber un ejemplo peor en las filas de los detractores del tabasqueño. Sin embargo, este modo de argumentar se asemeja mucho al que usaba el viejo PRI en los 50 y 60, o al de los partidarios de Stalin en los años treinta, o al de los seguidores de Maduro: “los enemigos han hecho cosas peores, entonces estamos legitimados para hacer estas cosas”. Hay aquí un problema de ética política (no de Moral, con el perdón del PES), pero también de praxis política. A la larga, disculpar las canalladas y los abusos de las propias filas demerita a todos, pero también los pone en riesgo. ¿Cuántos revolucionarios cubanos o rusos o chinos terminaron en una purga por permitir que los vicios y la corrupción en sus filas se subestimaran o se obviaran?
Pero hay otro vicio peor: el líder nunca se equivoca y quien se lo señala es un traidor o un enemigo. Por ejemplo, sobre la amnistía y el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México (NAICM) AMLO ha dicho cualquier cantidad de cosas, pero para sus seguidores y voceros la cuestión está muy clara, siempre. Ayer mismo dijo que siempre sí hará una consulta para saber si va o no el nuevo aeropuerto. Con esta son al menos tres posiciones distintas sobre el asunto: 1) no habrá NAICM; 2) habrá, pero que lo haga la iniciativa privada; y 3) habrá consulta sobre el asunto. ¿Cuál es la verdadera? Y lo más importante: ¿cómo sería la consulta?, ¿cómo las que hacia cuando era jefe de Gobierno o de acuerdo a la normatividad establecida? Los líderes no son infalibles. Hacerlos creer esto es un culto a la personalidad que siempre termina en desastre.
Los seguidores de AMLO no tienen muchas argumentaciones que prueben su carácter democrático, pero sus detractores sí tienen muchos elementos para mostrar su carácter autoritario.
En efecto, el PRI, el PAN y el PRD se merecen su ocaso, pero MORENA no es mejor.
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