Estos foros han sido convocados por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como parte de su intensa actividad política rumbo a su toma de posesión. Dichas consultas culminarán el 24 de octubre en la Ciudad de México.
Hay que decir que como estrategia política la idea de los foros es estupenda: le permitirá al casi presidente electo hacer una gira más (no es que necesite excusas para hacerlas) y acercarse a varios sectores y organizaciones que han sido críticas con la estrategia de seguridad seguida por Calderón y Peña. En este mundo hay de todo: víctimas de la violencia, familiares, organizaciones defensoras de los derechos humanos, grupos eclesiásticos, campesinos, comunidades indígenas, empresarios, académicos, autoridades, representantes de las fuerzas armadas, organismos internacionales, etc. En paralelo, se desarrollarán 24 consultas específicas para personas en reclusión; migrantes y refugiados; así como en comunidades con problemáticas y situaciones específicas.
Como es notorio, la convocatoria es amplia y más allá de la pifia de anunciar que el Papa Francisco había aceptado participar sin que esto fuera cierto, el ejercicio de los foros no sólo es una excelente estrategia de acuerpamiento político, sino también una forma de demostrar el interés de López Obrador por un tema muy complicado de resolver. Los temas de las consultas son tan ambiciosos como la convocatoria: Pacto de Reconciliación Nacional para la reconstrucción del tejido social y pacífica convivencia; la desmovilización y reinserción de miembros de la delincuencia organizada; desaparición forzada; ejecuciones extrajudiciales; feminicidios; tortura; trata de personas; tráfico de migrantes; homicidios; secuestros; delitos sexuales; extorsión; desplazamiento forzada; delitos de odio por discriminación o por ideología política; delitos contra la defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión; marginalización; consumo y tenencia de drogas; y posesión y portación de armas.
Aunque es clara la evidencia de que la estrategia seguida por Calderón y Peña falló, sería un desperdicio que los foros se convirtieran en una especie de linchamiento mediático de los gobiernos anteriores. Deben ser una oportunidad para confrontar ideas y propuestas, contrastar experiencias y aportar planteamientos. Entre todo lo que se puede decir, hay dos cosas relevantes. En primer lugar, dar un foro nacional a sectores que usualmente no lo tienen, aunque hay que decir que tanto Calderón como Peña hicieron ejercicios parecidos sin mayores consecuencias (“si no pueden renuncien”), pero no tan amplios como en esta ocasión. Lo segundo, es que por primera vez se sentarán cara a cara representantes gubernamentales y organizaciones, soldados y marinos con víctimas, y se dirán sus experiencias y problemas.
Hacer un ejercicio de esta naturaleza es arriesgado; en cualquier momento los resultados pueden superar lo que el gobierno está dispuesto a dar. Hay otro riesgo, que los foros sólo sean una enorme catarsis y que al final los resultados, misteriosamente, sean los que el futuro gobierno ya había concluido. Hasta ahora, todos los foros organizados por los gobiernos han resultado solamente en publicidad y compromisos no cumplidos. Es de temerse que en esto terminen.
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