Sin lugar a dudas, el presidente López Obrador es el político más popular de los últimos tiempos. Las encuestas siguen diciendo que goza de una popularidad envidiable, una de las más altas en el mundo para un dirigente de un país. Ha hecho esfuerzos en muchos sentidos para seguir conservando ese patrimonio. Hasta ahora ha logrado enfrentar los errores y fracasos con habilidad, pero estos se acumulan. Muchos se preguntan cuándo será el momento en que todo esto alcance al mandatario que ahora luce invencible. El momento ya llegó, pero tardará en ser evidente.
De hecho, AMLO es un personaje muy vulnerable, pero procura crearse un ambiente controlado y protector. Cuando sale de gira, sus partidarios se dan a la tarea de abuchear a los gobernadores anfitriones. El truco funciona: la nota al otro día es el abucheo y no la cantidad de cosas sin sentido y contradictorias que el presidente suele decir. Las mañaneras son otro buen ejemplo. La mayoría de los presentes, sean periodistas reales o fabricados, rara vez hacen preguntas difíciles. El clima no ayuda para que los más avezados hagan su trabajo. ¿Para qué arriesgarse y perder el pase de entrada a las mañaneras?
Sin embargo, cuando el contexto no está controlado y surgen preguntas difíciles o actitudes confrontativas, sale a relucir el político corto de miras, con poca información y escasos atributos en el debate. Cualquiera que recuerde los debates, se acordará de que no le gustan al ahora presidente y lo hace mal, muy mal. El pasado lunes 24 de junio, durante una mañanera celebrada en Quintana Roo, una periodista le reclamó dos cosas: que no considerara como algo grave el tema del sargazo, que está llenando varias de las playas del estado, y que sea optimista con relación a los homicidios. López Obrador había afirmado que “sólo” ocurría uno diario y la periodista le aseguró que todos los días encontraban dos o tres cuerpos. Cada vez que el presidente le decía algo, las más de las veces sin relación con las impugnaciones, la periodista volvía a la carga. Al final, el presidente tuvo que recurrir a su muletilla favorita: yo tengo otros datos, pero respeto su opinión. Que el jefe del Ejecutivo rebaje la discusión a datos distintos es preocupante, es como si pretendiera que coexisten dos universos, uno a modo de López; el otro para todos los demás. En este sentido, ha perdido el rumbo como lo hicieran Peña Nieto y Calderón Hinojosa, que parecían vivir en una realidad distinta a la del resto de los mortales.
El asunto fue más allá. Ante la petición de una periodista de que no vendiera la casa de descanso presidencial en Cozumel y que en su lugar la convirtieran en un museo, el presidente se negó. Es claro que necesita todo el dinero que sea posible y no entiende lo que un museo en la zona hubiera significado. De igual manera, cuando se le señaló que las grandes cadenas de hoteles no están sufriendo pérdidas por el sargazo, pero los pequeños negocios sí, López Obrador divagó sin contestar nada.
Mientras el presidente no sea confrontado, todo irá bien; si se le refuta, él tiene otros datos y otras realidades.
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