No, no se trata de un fenómeno similar al de las siete plagas, la lluvia de chapulines, que promete arreciar en los próximos días, semanas y meses, se refiere a los chapulines políticos, es decir, a aquellos que cambian de partido “pensando en México”. Con la instauración de la democracia en México y la aparición de partidos políticos con registro, distintos al PRI, llegó el chapulineo. En los años 90, políticos priistas que no alcanzaban una candidatura se cambiaban a las filas del PAN y, sobre todo, del PRD. Esta fue una forma en la que este partido logró crecer.
El chapulineo es una práctica normal en las democracias, pero en los últimos meses ha adquirido la proporción de un desangramiento de algunas organizaciones partidarias. Por supuesto, este chapulineo ha beneficiado sobre todo a MORENA que, en lugar de ser la esperanza de México, se convertirá en la esperanza de los chapulines. Esto se debe a la percepción de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) saldrá victorioso y logrará, por fin, la Presidencia de la República, pero el fenómeno no acaba sólo ahí, su fuerza de arrastre es tan grande que está alcanzando y favoreciendo a todos los candidatos de su partido. En los hechos parece ser el único candidato real de su organización, los demás son una especie de espejismo o sombras.
De acuerdo a las tendencias, MORENA no sólo logrará la silla presidencial sino muy probablemente la mayoría en ambas cámaras del Congreso de la Unión y la mayoría de las gubernaturas en juego. Entidades como Veracruz y Puebla están siendo disputadas, palmo a palmo, por el PAN y el partido de López. No sería extraño que estos estados se sumen a las victorias de MORENA anunciadas por las encuestas en Tabasco, Morelos, Ciudad de México y Chiapas. Lo anterior explica por qué militantes de otras organizaciones se han apresurado a cambiarse al lado de López Obrador. Por supuesto, los que llegaron primero ya tienen candidaturas o tienen segura la promesa de un puesto. Ya se sabe que el Líder da y quita.
La hemorragia ha devastado al PRD, y en menor medida al PAN y al PRI, pero de ninguna manera ha terminado. Pronto, militantes de los otros partidos ya electos o en funciones, emigrarán a MORENA con la esperanza de labrarse un futuro político, lo que demostrará la debilidad de esas instituciones llamadas partidos y la fragilidad de la democracia mexicana. Pero la pregunta clave no es si continuarán o no las deserciones; los partidos desangrados deberán encarar seriamente el problema y por ahora lo están negando. Pero ¿qué pueden hacer al respecto? En realidad poco. El PRD creció y nunca logró la cohesión ideológica u organizativa. Un partido de tribus y personalidades vinculados por lazos débiles y muchos recursos y puestos. El PRI tampoco podrá hacer gran cosa. Pronto no podrá ofrecer recursos, cargos o una alternativa ideológica. El partido que tiene una alternativa medianamente cohesionada en lo ideológico es el PAN, atravesado por las divisiones y los enconos. Si logra superar este momento seguramente se convertirá en la oposición más importante al régimen de ese gatopardo casi en el poder.
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