Se especulaba que renunciaría primero Olga Sánchez Cordero, una mujer talentosa que a veces parece reducida a ser parte de la escenografía; Alfonso Romo, el jefe de la oficina de los consejos que no se siguen; o bien Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores y traductor no oficial en las mañaneras. Pero no, el asunto saltó lejos de estos personajes y se dio en la persona de Germán Martínez, fugaz director del Instituto Mexicano del Seguro Social. Aunque no es la primera renuncia en el gobierno de la 4T, si es la primera de uno de los personajes de primera línea en el gabinete.
Para los doctos analistas que no están sorprendidos con el cisne negro, hay que decir que esta renuncia pueden interpretarla como quieran, pero no como una cosa menor. Se fue Martínez Cázares y el texto de su renuncia confirma (como si se necesitara) algunos de los peores temores acerca de los recortes que está haciendo el gobierno federal.
Amparándose en el ideario político de López Obrador, un esfuerzo por demás ingenuo tratándose del tabasqueño, acusa a “algunos funcionarios” de la secretaría de Hacienda de tener “una injerencia en el IMSS y pone en riesgo la vocación igualitaria, concretamente, la prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social.” Y más: “El Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal, y un rediseño institucional donde importa más el “cargo” que el “encargo”.”
Se pretende, dice Martínez, un cambio cosmético en el IMSS y no una reforma a fondo; se propone el nombramiento de delegados administrativos dependientes de Hacienda para que controlen al Instituto en los estados. La peor pesadilla: la salud administrada por burócratas atentos al dinero, no en la salud. Esto se traduce en lo que ha caracterizado a la 4T: el control de los recursos.
Una de sus conclusiones lapidarias asegura: “Ese control del gasto tiene dos consecuencias fatales: una directa para el IMSS: pasillos de espera, llenos de personas adoloridas y mal trato o retraso en la atención a pacientes; y un segundo efecto indirecto todavía peor: el fortalecimiento de los servicios de salud privados, que ocasionará el mayor “gasto de bolsillo” de las familias cuando sus seres queridos tengan un padecimiento.”
Es posible que Martínez Cázares buscara presionar con su renuncia a Urzúa y a AMLO. Es muy posible que se haya equivocado, el presidente no reacciona bien a este tipo de planteamientos, como lo demuestra su contundente respuesta: “Hacienda tiene que participar en todo lo que corresponde al Seguro Social y al ISSSTE”. Es posible que Martínez haya encontrado irresoluble la tarea de administrar al IMSS con los recortes y decidiera abandonar el barco. Como sea, puso el dedo en la llaga: los recortes se están haciendo en áreas vitales: medicinas, médicos, laboratorios. Recortes cuyo destino es engrosar los proyectos clientelares de AMLO. ¿Creyó Germán Martínez que su jefe haría otra cosa?
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