No hay una sola forma de plantear una constitución nueva. Se puede hacer aspiracional y luego proponer leyes que reglamenten esas aspiraciones o bien se puede hacer una construcción jurídica posible en “lo actual”, es decir, apegada a “la realidad”. En todo caso, hay que evitar hacer un mazacote como el que es la Constitución General de la República, que es una cruza entre marco legal general, reglamento, manual de operación y carta a Santa Claus. Es un hecho que algunos diputados constituyentes, más echados para adelante, están dispuestos a defender su trabajo. Señalan, entre otras cosas, que coloca a la Ciudad de México (CDMX) en el futuro. Otros constituyentes tenían objeciones serias, pero todos sabían que no iba a pasar limpiamente y que algunas de sus partes serían llevadas a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
Sin embargo, es dudoso que sus autores hayan imaginado que tantos y tan variados actores políticos se inconformaran con la nueva legislación chilanga. Hasta ahora, el ordenamiento acumula dos controversias constitucionales, cuatro acciones de inconstitucionalidad y un amparo. Todo un récord. Las objeciones son variadas: se cuestiona el que algunos artículos invaden esferas reservadas a la federación; otros, que sus propuestas o normas no tienen sustento constitucional; algunos más que los artículos son inaplicables o no está claro cómo se aplicarán. La Presidencia de la República está promoviendo una controversia constitucional relacionada con más de 10 artículos; la Procuraduría General de la República (PGR), por su parte, interpuso una acción de inconstitucionalidad contra 39 conceptos; la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) interpuso otra acción de inconstitucionalidad contra 33 artículos del documento capitalino por considerar que hay “invasión de atribuciones”; por si fuera poco, algunos magistrados del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) presentaron una controversia constitucional contra los artículos 35 y 37. En esta semana, a los impugnadores se sumará el Senado de la República. En fin, estos son sólo algunos de los recursos e inconformidades presentados y que seguramente “destriparán” la constitución local.
Por supuesto, no estamos solo ante un pleito por la legalidad. Estamos ante un pleito político por espacios y concepciones. Cabe preguntarse si Miguel Ángel Mancera (MAM) sabrá (y querrá) defender ese instrumento jurídico mejor que un perro (remember López Portillo). Por lo pronto, a todo lo largo de su trayectoria política, es claro que MAM no es un hombre de fuertes confrontaciones. Siempre trata de rehuir un choque frontal, pero esta es tal vez LA ocasión para salir a defender una concepción con errores jurídicos, sí, pero que revela lo que muchos capitalinos quisiéramos de nuestra ciudad. Para los constituyentes de MORENA y el PRD, así como para aquellos que se reclaman progresistas, la defensa es impostergable, pero hay que reconocer que ni a López Obrador ni a los demás aparatos de la nomenclatura de izquierda se les va la vida en ello.
Una desgracia.
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