Los deseos no hacen al mundo.
Los cientos de horas de “análisis” concluyendo que ganaría Hillary no valieron de nada. Las caravanas de artistas hollywoodenses apoyando a la candidata demócrata no fueron suficientes; el empeño del matrimonio Obama y las estrellas Bernie Sanders y Elizabeth Warren tampoco bastó. Saturday Night Live y Meryl Streep pueden seguir mofándose todo lo que quieran de ese payaso llamado Donald Trump, quien al final se burlará de ellos. De nada sirvieron la magia de Los tigres del Norte y Chente Fernández o los llamados de Kate del Castillo para votar por Clinton. Ni siquiera los buenos deseos de la canciller Angela Merkel. La frase de Paul Krugman lo resume todo: “our unknown country”.
Y sí, millones de mujeres ignoraron las burlas, la misoginia y el machismo rampante de Trump y votaron por él; millones de trabajadores blancos, de esos que usa el Donald para seguir alimentando su imperio, votaron por él; millones de hispanos, de esos que desprecia, votaron también por él. ¿Es inexplicable? ¡Quién sabe! Tal vez no, tal vez los “analistas” confundieron los deseos con la realidad. ¿Qué dirán ahora los Bush, los Marcos Rubios y las decenas de pulcros republicanos que consideraban a Trump un asco de candidato? Tendrán que tragárselo convertido en un asco de presidente.
Ahora vendrán las justificaciones disfrazadas de análisis para explicarnos por qué fallaron las encuestas, los arrogantes y sabihondos pronósticos. Serán explicaciones desde la “Teoría del Cisne Negro”. Nos dirán que probablemente Hillary Clinton era una candidata mediocre (lo es), que había un voto vergonzante a favor de Trump y que se expresó en las urnas; nos contarán que votaron personas que normalmente no votan y que ahora lo hicieron por Trump; nos tratarán de convencer que fue el voto de los más atrasados el que hizo ganar al magnate o la intervención de última hora del FBI. Y podrán tener razón en todo, pero todos estos elementos ya los sabían los analistas y las encuestadoras, entonces, ¿por qué fallaron?
Señoras y señores: “First America” está aquí; el sueño del “hagamos a América grande de nuevo” se ha instalado en Estados Unidos y promete alcanzar al resto del mundo, empezando por México. El presidente Trump podrá cumplir su promesa y decirle a Hillary lo que siempre habrá querido decirle: “you´re fired”. En segundo lugar, a planear el muro y ver cómo echar a andar los impuestos a las remesas para que México pague el adefesio. Tendrá que fortalecer a la patrulla fronteriza para que se prepare a expulsar a los millones de migrantes “violadores, asesinos y ladrones” que entraron ilegalmente a su país. Los ku klux klanes estarán de plácemes, los minute men y los Arpaio seguramente estarán celebrando.
El populismo seduce y si los Estados Unidos creían que eran inmunes, se equivocaron: bienvenidos a la magia de los Chávez y los Maduro. Hoy, Andrés Manuel López Obrador sí quiere ser como Donald Trump y este ya es como el tabasqueño. Por eso, AMLO lanza un spot y llama a los mexicanos a mantener la calma y no preocuparse por el resultado de la elección presidencial de Estados Unidos; cuando Europa y el resto del mundo están preocupados, López nos habla de una isla soberana y risueña llamada México, un México que sólo existe en su candidez o en su ignorancia.
La profecía de Carlos Marín se cumplirá: la culpa de todo la tiene Peña Nieto y Luis Videgaray es un visionario que merece ser secretario de Relaciones Exteriores.
Pero, mientras, tiren a la basura las encuestas.
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