Seguramente las fuerzas políticas evalúan los acontecimientos del día a día, pensando en triunfos y derrotas camino al 2018. Los medios de comunicación también se pierden en los pormenores cotidianos, pero basta dar un paso atrás y observar el panorama completo para darse cuenta de que el juego de la política va mal, tal vez como nunca antes en los últimos 50 años. Si cabe una caracterización se podría afirmar que hay un caos en el que los triunfos serán pírricos y las derrotas se extenderán a todas las fuerzas políticas y al país entero.
Este pasado fin de semana es una buena muestra de esa situación caótica. La rebelión de algunos panistas en contra de su presidente nacional, Ricardo Anaya, se hizo con el auspicio del PRI. La acción resultó bien en el Senado, donde derrotaron a las huestes anayistas, pero rebotó en la Cámara de Diputados que quedó enfrentada y paralizada. En ese escenario, el partido tricolor trata de llegar a acuerdos para superar el veto de facto del PAN y sus aliados. Lo curioso del caso es que lo podrá hacer con la ayuda de MORENA, partido que en los hechos es menos remilgoso de lo que su líder nacional hace creer. Seguramente antes de mediados de esta semana se instalará el Congreso de la Unión, pero no se normalizarán sus trabajos. Jugando con las palabras, se podría decir que el PRI ganó perdiendo, pues sus triunfos para arrinconar a sus adversarios redundarán en un periodo legislativo muy friccionado. Cada tema que al partido del presidente Peña le interese aprobar en el Legislativo, tendrá que negociarlo cediendo algo. El viernes mismo este pleito impactó la entrega del Quinto Informe de Gobierno. Sin acto protocolario de por medio, se puede decir que el documento se entregó como se pudo y por quién se pudo, en un acto que ni fue republicano ni democrático. Una simple entrega al área de trámites.
Los partidos como instituciones de la democracia no andan bien. PAN y PRD se desfondan, sobre todo el segundo, y MORENA se fortalece en apariencia, pero el asunto Monreal tendrá efectos todavía no cuantificados. Nombres notables ahora se acercan a López Obrador. Algunos seguramente llevados por sus ambiciones, pero otros lo hacen de buena fe. Buscan restaurar un orden y un proyecto ante el desorden, las muertes y el descrédito. Pero las utopías, como mostró el siglo XX, nunca terminan más que en pesadillas.
Así, se acerca el fin de año con las instituciones cuestionadas: el gobierno federal, pero también los gobiernos estatales y municipales; partidos divididos e instituciones electorales atacadas, las más de las veces sin razón. Hay más: la prensa convertida en extensión de intereses ajenos a los periodísticos. La lista podría extenderse, pero cualquier lector de noticias, medianamente informado, lo sabe.
El país se encamina a un proceso electoral en el cual las instituciones electorales no tendrán la capacidad de llamar al orden. El ganador de la contienda, si es que se le podrá llamar así, tendrá en sus manos el país de los rencores. También otro México debe ser posible.
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