Esta pregunta se la están haciendo muchos analistas, periodistas y activistas alrededor del mundo luego del despliegue de fuerza que ha mostrado el gobierno que encabeza el inefable Donald Trump y las respuestas que han recibido sus acciones. Tres hechos han llamado la atención: el bombardeo sobre Siria, la presencia de barcos norteamericanos cerca de Corea del Norte y la presencia del vicepresidente Mike Pence en la zona y, por último, la explosión de “la madre de todas las bombas” en Afganistán.
A nadie escapa que esta iniciativa militarista de Trump tiene por objeto tratar de contrarrestar su mal comienzo en la presidencia. Y al parecer lo está logrando. Incluso políticos estadounidenses y extranjeros que se manifestaban críticamente, han aplaudido sus andanzas en Siria y Corea del Norte. El senador John McCain y los mandatarios Hollande y Merkel, por ejemplo, han aprobado el ataque a Siria. McCain ha llegado más lejos y ha acusado a Rusia de estar enterada del supuesto ataque químico del gobierno sirio y ha exigido que se destruya toda la fuerza aérea de ese país.
Lo más grave es que hay algunos indicios no comprobados que no fue Assad quien atacó con armas químicas el 4 de abril pasado. Como quiera que haya sido, el asunto merecía una investigación más profunda, que no se hizo. Por supuesto, los bombardeos del régimen sirio contra población civil son crímenes de lesa humanidad, pero la respuesta norteamericana de lanzar 59 misiles contra una base siria el 7 de abril fue también un acto ilegal desde el punto de vista internacional. Un acto ilegal que fue legitimado por la fuerza del consenso de un puñado de naciones poderosas.
El segundo momento ocurrió el 9 de abril pasado cuando Estados Unidos envió un grupo de barcos de guerra a las cercanías de la península de Corea, en respuesta al desarrollo nuclear de Corea del Norte. Esta nación ha violado la restricción de la ONU sobre sus pruebas con armas nucleares en repetidas ocasiones por lo que la medida norteamericana fue bien recibida. La respuesta coreana ha sido que están preparados para una guerra nuclear si Estados Unidos la provoca. Por si fuera poco, el vicepresidente Pence hizo acto de presencia en Corea del Sur para ratificar la advertencia estadounidense.
El tercer momento fue la detonación de la bomba GBU-43/B Massive Ordenance Air Blast (MOAB), conocida como “la madre de todas las bombas” (13-IV-17) contra posiciones de ISIS en Afganistán. El resultado conocido es la muerte de más de 90 supuestos terroristas islámicos.
Hasta aquí la lista de los tres eventos que están rescatando la popularidad de Trump en los Estados Unidos y, por lo visto, en buena parte del mundo “libre”. El problema es que los “triunfos” del presidente norteamericano han dejado una serie de fricciones y agravado otras. Ahora, Rusia, Siria, Irak, Corea del Norte, China y los terroristas renovarán sus causas y advertencias. Por otro lado, la prensa occidental está siguiendo las noticias como si narrara un partido de futbol o un evento que no guarda ningún riesgo; está informando vaciando de significados los hechos y las consecuencias. Tal vez Corea del Norte exagera cuando dice que una guerra nuclear podría estallar en cualquier momento, pero lo que sí resultará cierto es que agravará la tensión global en varios niveles: terrorismo musulmán contra Occidente, Rusia contra Estados Unidos, socialismo (o cualquier cosa que exista en Corea del Norte) contra capitalismo. Demasiadas armas, demasiados locos irresponsables, demasiado miedo, demasiada indiferencia. Mala combinación.
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