¿Cómo es que todo en el PRD se convierte en lucha facciosa? El PRD está tocado de muerte y los perredistas lo saben, pero no encuentran el camino ni ideológico ni político para salir de su crisis. A juzgar por las palabras de Carlos Navarrete, presidente nacional de ese partido, están dejando atrás la etapa de negación que arrastran desde hace años y están aceptando que su organización requiere un profundo cambio. Sin embargo, parecen no saber por dónde empezar. Hay problemas estructurales y coyunturales y no parece haber claridad sobre cuáles son los más importantes.
El PRD se creó alrededor de un líder, un caudillo. Primero fue Cárdenas y luego López Obrador. Esto se ha dicho hasta el cansancio, pero la historia no tenía que ser condena. Lo cierto es que los perredistas estuvieron muy cómodos con esa situación hasta que AMLO se les fue. Por ejemplo, la corriente de Bejarano, IDN, lucró políticamente (y financieramente) con el tabasqueño mientras este fue jefe de Gobierno. Ahora está en decadencia y el caradura de Bejarano da consejos sobre cómo ser de izquierda. También los caudillos estuvieron muy cómodos con esa situación. Las frases que acostumbraban los perredistas debieron sonar a miel en sus oídos: “…hay que preguntarle al ingeniero” o “esto lo debe decidir Andrés…”. Se puede acusar a Nueva Izquierda de muchas cosas, pero su idea de construir un partido sin caudillos es un acierto.
Y no, la crisis del PRD no provino de la salida de AMLO o Cárdenas o de la firma del Pacto por México. La crisis ya venía desde antes y estaba en todos los niveles, como lo demostró el caso Iguala. La firma en el Pacto fue un fracaso porque el PRD no supo cómo sacar provecho de él. Sólo la visión de secta, que parece dominar los análisis de izquierda o progresistas, ve una política sin acuerdos de gran envergadura.
Para salir de esa crisis, Nueva Izquierda, y en específico Carlos Navarrete, ha presentado un plan de nueve puntos que incluye su renuncia y la de los 21 integrantes del Comité Ejecutivo Nacional como un primer paso para la renovación de ese partido. El pasado fin de semana, el Consejo Nacional perredista aprobó el plan de nueve puntos de Navarrete. El famoso plan tiene una falla de origen que puede ser muy nociva: propone la renuncia de la dirección, pero no dice cómo debe elegirse una nueva. Por supuesto, esto ha dado pie a que nuevamente se desate la lucha entre las corrientes. Hay ideas descabelladas, como la de que un “intelectual de izquierda” se haga cargo de la dirección. Aunque parezca increíble, se han mencionado los nombres de Juan Ramón de la Fuente, José Woldemberg y Roger Bartra. Ojalá que ninguno de ellos cometa el desatino de seguir esa idea.
Por lo pronto, una cosa es cierta, el PRD es el logro más importante de la izquierda mexicana, organizativamente hablando. ¿Se salvará?
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