Hace unos cinco años, recién terminado el periodo presidencial del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, nuestros analistas hablaban del “milagro” de los países del BRIC: vigoroso crecimiento económico, empresas exitosas y menos pobreza. Entusiastas, esos analistas y políticos arengaban al presidente Calderón y luego a Peña Nieto para que hicieran lo necesario para incorporarse a ese “milagro”, al tiempo que se lamentaban por este país “de tercera”, en el que no se querían hacer bien las cosas. Hoy, esos mismos analistas callan ante las exageraciones de sus antiguas opiniones.
Ahora, Brasil y Rusia afrontan graves problemas económicos y el primero además una crisis política; China hace bailar al mundo con sus convulsiones económicas e India, a decir del Fondo Monetario Internacional (FMI) se mantiene como un punto de luz entre los países emergentes, sumidos en la oscuridad, según esta metáfora del organismo.
La crisis económica y política que enfrenta el gobierno de Dilma Rousseff no parece tener fondo. Ayer mismo, un millón de brasileños salió a la calle para pedir juicio político en contra de la mandataria y cárcel para el antes popular Lula. La marcha era acompañada de dos gigantescos muñecos que representaban a la presidenta y a su antecesor en un traje de prisionero. Con los escándalos de corrupción del gobierno, Petrobras perdiendo casi el 90% de su valor y grandes porciones de la población sumiéndose en la pobreza nuevamente, el fin del “milagro” brasileño ha terminado.
Lo más nuevo es la acusación de la Fiscalía contra el activo más importante del gobernante Partido del Trabajo, Lula da Silva, por lavado de dinero y ocultar patrimonio. Ayer mismo, la prensa publicó que la policía había encontrado el “tesoro de Lula”. Dicho tesoro estaba en una sala-cofre del Banco do Brasil (BB) y consiste en 23 cajas lacradas por la institución bancaria desde 2011. Son 133 piezas, inclusive joyas y obras de arte. De este hallazgo fue enterado el juez federal Sérgio Moro. Según esto, este descubrimiento fue lo que motivó que Lula fuera detenido e interrogado el pasado 4 de marzo. La acusación parece sostenerse.
Por supuesto, Lula y Dilma han planteado que todo es un espectáculo político con miras a las próximas elecciones y seguramente tienen buena parte de razón. En todo el mundo, mucho de lo que se publica en la prensa o se anuncia en los medios está exagerado, sustentado en señalamientos sin fundamento y tiene objetivos políticos. Por supuesto, los consumidores habituales de noticias no distinguen entre una acusación mediática y una legalmente sustentada. Estas acusaciones mediáticas se convierten en una realidad y lesionan prestigios, como les sucede a Dilma y Lula.
¿Cuánto de verdad hay en las acusaciones que se les hacen? Es difícil saberlo. Ha llegado la hora en que sus adversarios ajusten cuentas y la factura puede ser muy alta, de cárcel para ambos.
Tal vez se esté escribiendo el capítulo final de la obra “el milagro brasileño”, que empezó en comedia y está terminando en tragedia.
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