Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no había dicho con tanta claridad, como ahora, que no perseguirá a presuntos culpables de actos de corrupción de sexenios anteriores. Agregó que se da un “…punto final a la época en que un gobierno entrante perseguía a ex funcionarios que presuntamente habían cometido actos de corrupción.”1
A este respecto hay que decir que el primer significado de esta decisión, que ya había esbozado, aunque, se insiste, no con tanta precisión, es que se siente con la suficiente fuerza política para dejarlo claro. En su balance, los costos serán mucho menores que sus ganancias. En realidad, no necesita esa persecución de exfuncionarios dada la carta blanca política que el electorado en su mayoría le ha concedido. Buena parte del círculo rojo le saltará al cuello por esta decisión; es posible que también un sector de la iniciativa privada lo haga, pero las repercusiones no serán mayores. A diferencia de Guatemala, Brasil o Chile, la corrupción no es un tema que haga salir a la calle a protestar a cientos de miles de personas. ¿Por qué no pasa esto? Es un tema para un análisis sociológico y psicológico.
Como jugada política es genial. Al no perseguir a nadie les da un espacio político a los integrantes de “pasadas administraciones” (léase a gente de Peña Nieto y al propio EPN) con lo que los llama a sumarse o al menos a no criticar su proyecto. Es de suponerse que también tranquiliza a un sector del empresariado que podría verse involucrado en las potenciales acusaciones. ¿Sucederá como en Argentina o Chile que miles y miles de personas se inconformaron contra el perdón a las juntas militares y a los crímenes que estas y sus cómplices cometieron? Es poco probable. Los “crímenes” de los que se habla aquí son la canalización de recursos a las campañas, de corrupción e ineficacia, no de sangre. Son delitos de cuello blanco en todo caso, los hechos de sangre no los propiciaron directamente los altos mandos del gobierno federal.
Con esta decisión, AMLO suma, no divide. Los que no están de acuerdo con él son minoría de poca influencia. ¿Serán capaces Denise Dresser o Carlos Loret de Mola de hacer salir a miles o decenas de miles a la calle para exigir que se aplique la ley? Por supuesto, no le toca al presidente dar un perdón anticipado, es inmoral e ilegal. Se toma una serie de funciones y poderes que no tiene y que en todo caso le corresponden al Poder Judicial, ese que está temeroso que le quiten las jubilaciones y los sueldos. Pero como jugada política es genial (y cristiano, para decirlo en los términos morales que le gustan al prócer).
Ahora bien, ¿durará ese “perdón” presidencial? No hay ninguna garantía. Ya se vio a AMLO sostenerle a López Dóriga que él nunca había dicho que saldrían los militares de las calles. Mintió como deben decirse las mentiras: cara a cara, con seguridad y negando las evidencias. ¡Qué magnifica lección digna de Michael Corleone!
Es un perdón sin garantías. Si al nuevo presidente le salen las cosas mal o se siente muy presionado por los Estados Unidos luego de las revelaciones del Chapo y sus socios, ese perdón se acabará. Así de simple. Hay que ver El Padrino para entender la revolución moral que se viene encima.
https://www.excelsior.com.mx/nacional/descarta-lopez-obrador-perseguir-a-exfuncionarios/1279488
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