Uno de los temas que se ha impulsado luego del debate es el famoso voto útil. Se dice que en el año 2000, el voto útil se canalizó al PAN luego de que el PRD con Cuauhtémoc Cárdenas se desplomó. En 2006, el voto útil priista se fue con Felipe Calderón y, finalmente, en el 2012 el voto útil panista se fue con Peña Nieto. Por supuesto, habría que hacer un estudio más detallado para saber si esto fue así. Por ejemplo, en el caso de la última elección federal se podría interpretar que el actual presidente ganó con una ventaja menor de la que decían las encuestas. Esto pudo deberse a varios factores, pero tal vez parte del voto panista que no se quiso desaprovechar para apoyar a Josefina Vázquez Mota, pero no se fue el PRI, sino a López Obrador. Esta puede ser una de las razones por las que se acortó la distancia entre ambos candidatos.
En esta elección, el debate dejó ver dos candidatos relativamente bien posicionados y una tropa adicional rezagada. ¿Qué sucederá con los votos de Meade, Zavala y Rodríguez que decidan ir por otro candidato? ¿Quién los podrá capitalizar? De acuerdo a varios analistas, el voto útil tiene dos modalidades, a las que se podría definir en función de la afinidad o la exclusión. El de la afinidad es el voto de los ciudadanos que, convencidos de que su candidato no ganará, deciden canalizarlo a un candidato más competitivo que guarde ciertas similitudes con su elección primera. Por ejemplo, si Meade no tiene posibilidades, los ciudadanos del voto útil podrían sentirse orientados a Anaya. El voto útil por exclusión es aquel que se reorienta en función del deseo de que un candidato no llegue a ganar. Por ejemplo, los partidarios de Zavala podrían votar por Anaya, aunque tengan que apretarse la nariz, con tal de que no llegue López Obrador.
Por supuesto la vida real no es tan simple, hay varias consideraciones que hacer. Antes, habría que determinar cuál es el tamaño del voto útil y eso nadie lo sabe realmente. Según una encuesta de Mitofsky de este abril, hay 16.1 millones de votos volátiles entre todos los candidatos. Si la final se diera entre Anaya y López, como todo parece indicar, los 3.9 millones de votos volátiles de los otros tres candidatos ¿dónde se irían? Y una pregunta más importante: ¿serían suficientes para que el segundo lugar superara al primero o bien servirían para consolidar la ventaja del puntero? Según otra encuesta, esta de GEA-ISA de marzo de este año, si la final se diera entre Ricardo Anaya y AMLO, este último ganaría en un final de fotografía. Si la competencia definitiva se diera entre Meade y López, el tabasqueño ganaría por un margen cómodo. Inclusive, en el lejano caso de que la final fuera entre el candidato del PRI y el del PAN, ganaría Anaya. En pocas palabras, según estas dos encuestas, el filopriista no ganaría de ninguna manera.
Desde luego, pueden pasar muchas cosas de aquí al momento del voto. Falta saber, por ejemplo, cómo le irá a AMLO en los siguientes debates (si acaso decide asistir). Por lo pronto, Anaya ya le hizo ojitos a los partidarios de Meade y de Zavala. Sin embargo, muchos dicen que los priistas preferirán votar por AMLO por dos razones: comparten código genético y el tabasqueño los recibirá con los brazos abiertos.
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