De la contaminación ambiental a la contaminación política

Miguel Ángel Mancera (MAM) ha logrado que un problema ambiental se haya convertido en uno político en el que parece no tener las mejores cartas...

17 de marzo, 2016

Jaime Guerrero Vázquez

Miguel Ángel Mancera (MAM) ha logrado que un problema ambiental se haya convertido en uno político en el que parece no tener las mejores cartas. En efecto, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX) supo desde hace meses que cientos de miles de autos más se estaban incorporando a la circulación diariamente, ya sea porque eran nuevos o bien porque sus propietarios lograron salvar la norma que mantenía los autos parados debido a su antigüedad, gracias a una decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Supo esto y sabía, o debía saber, que cuando las condiciones atmosféricas fuera propicias, habría un problema ambiental, como ya lo hay de movilidad desde hace meses. Tal vez desestimó la magnitud del problema que ya tiene a la capital bajo una alerta de contingencia desde hace tres días.

Es claro que MAM está en campaña y ha retomado varios temas buscando mejorar su posición dentro de la lista de aspirantes. Todas las encuestas lo señalan muy por debajo de los tres punteros: Osorio, López y Zavala. Temas como salario mínimo, los terrenos del aeropuerto y otros han pasado a formar parte del acervo de Mancera, pero no ha logrado todavía su objetivo. Los asuntos que pueden dañar su imagen, como el de la famosa rueda de la fortuna, ha tratado de resolverlos rápidamente.

Con su campaña en la mente, Mancera se ha lanzado a tratar de culpar a otros del problema de la contaminación del aire. Busca reflectores y que lo separen de aquella otra idea de que ha sido un leal aliado del presidente de la República. De plano, aseguró que no toda la contaminación es causada por los autos que circulan en la CDMX, que el problema también viene de las entidades vecinas que no tienen los mismos estándares de control. Ni tardos ni perezosos, los gobernadores del Estado de México, Eruviel Ávila, e Hidalgo, José Francisco Olvera, le respondieron al jefe de Gobierno. Puebla también lo hizo por medio de un comunicado. Tlaxcala y Morelos no han opinado nada todavía. Los gobiernos estatales han respondido que desde hace años han homologado sus normas de verificación vehicular con las de la capital. Fueron más allá: Olvera le reclamó que ventile públicamente el tema y no se ponga a resolverlo; Ávila le dijo que la basura de la capital también es un foco de contaminación y de plano cerró los tiraderos que usa la CDMX en el Estado de México. Otro problema para Mancera.

En el tema también ha intervenido el presidente Peña Nieto, quien habló de la necesidad de contar con una norma emergente de verificación. Pero hasta a él le respondió Mancera, quien dijo que eso no será suficiente. Por lo pronto, ha dispuesto que el transporte público sea gratuito y se está sacando de la circulación a grupos importantes de autos, sin importar si tienen calificación doble cero o cero. Una rápida respuesta al problema, pero no es duradera.

Mientras, Mancera está logrando lo que quería: obtener reflectores. Pero tal vez ha escogido mal el tema. Se ha granjeado muchos adversarios en una situación en la que su responsabilidad era mucho mayor y no hizo nada. Culpar a otros no le servirá para resolver el problema en la CDMX.

Más vale que empiece a bajarle el volumen a sus ganas de pleito y busque soluciones conjuntas con las otras entidades y el gobierno federal, a menos que quiera correr el riesgo de que sus reflectores terminen quemándolo.

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