De conversos, militantes de acero y revanchistas

Hay de candidaturas a candidaturas y uno de los elementos que cuentan es el entusiasmo y la esperanza que...

24 de mayo, 2018

Jaime Guerrero Vázquez

Hay de candidaturas a candidaturas y uno de los elementos que cuentan es el entusiasmo y la esperanza que logran despertar en el ánimo social. Está claro que algunas de las candidaturas presidenciales de este 2018 son planas y otras no. Por ejemplo, la de José Antonio Meade Kuribreña no despierta ni entusiasmo ni esperanza. En gran parte porque el votante que opta por él ya sabe qué esperar: continuidad. Esto no está mal ni bien, simplemente puede deberse al temor de que si las cosas cambian abruptamente todo puede empeorar. Tampoco la candidatura de Ricardo Anaya Cortés despierta esas manifestaciones. De igual manera, el votante anayista quiere un cambio de equipo, pero no de rumbo. Se puede decir que los que se deciden por cualquiera de estas dos opciones son conservadores en el sentido de que desean seguir por el camino que han marcado las dos últimas administraciones federales.

La candidatura de Andrés Manuel López Obrador es tal vez la única que despierta entusiasmo y esperanza. Esas mismas reacciones han estado con él desde 2006, pero ni en ese año ni en 2012 le alcanzaron para ganar. A la par que despierta ese tipo de respuestas, también hay rechazo, miedo e inseguridad en otra buena parte del electorado. Pero nunca como en este 2018 ha llegado tan alta la aceptación que incita ni tan bajo el rechazo.

En realidad, hay que decir que este tipo de reacciones (entusiasmo y esperanza) le son comunes a las candidaturas de izquierda y las populistas que, por supuesto, no son lo mismo. Este fenómeno lleva a poner a las personas por encima de las instituciones, es decir, no es la democracia la que despierta ese entusiasmo y esperanza, sino la persona, el líder, el guía. Desde el punto de vista democrático esto es bastante malo.

Hay, además, una serie de acompañantes de este tipo de candidaturas populistas, acompañantes como los conversos, los llamados militantes de acero y los revanchistas. En este camino, el líder puede aparecer como una persona generosa, que está por encima de las refriegas políticas, pero esta cohorte está dispuesta a allanarle el camino de opositores y críticos. La furia de los conversos contra sus antiguos compañeros está bien relatada en diversos textos, al igual que el tipo de entrega ciega de los militantes de acero. Los revanchistas son una especie aparte, no están convencidos de la magia del líder, pero se suben al tren porque esperan vengarse de sus antiguos camaradas que los apartaron de su antiguo poder. La izquierda mexicana tiene un largo historial de esta clase de personajes. Apoyaron a Miguel Alemán porque representaba a la Revolución Mexicana; apoyaron a Lombardo Toledano hasta que les dio una patada en el trasero. En el colmo, apoyaron a Stalin a pesar de que se habían documentado sus atrocidades. Ahora, buena parte de esa izquierda, ya sin referentes y en medio de la confusión ideológica que padece, apoya a Nicolás Maduro y a la dictadura cubana. Por supuesto, siempre hubo excepciones, como José Revueltas, pero quedaron atrapados entre dos fuegos. Quien dude que esto pueda suceder que se dé una vuelta por las redes sociales y critique a AMLO. Enrique Krauze o Mario Vargas Llosa pueden estar equivocados o no, pero no merecen los insultos y la descalificación. A los críticos y opositores los espera el silencio, la persecución o plegarse a los deseos del rey chiquito, que anda desnudo en su ignorancia.

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