La humanidad, esta especie en peligro de extinción, ha abandonado el concepto de “humanidad”. Hasta antes de la Revolución Francesa, ninguna sociedad de importancia creía en la igualdad de los seres humanos. Los cristianos de Europa creían ser superiores a los musulmanes y por supuesto al resto de las religiones y las culturas. Siglos atrás, los romanos imperiales estaban seguros de su superioridad sobre el resto del mundo. Cuando una cultura se asienta sobre esta base no hay posibilidad de sostener la idea de igualdad o libertad. Los “inferiores” pueden ser esclavos o hacer las cosas más desagradables de una sociedad. La historia está llena de estas creencias y de sus brutales consecuencias: 100 millones de indígenas americanos asesinados durante tres siglos o seis millones de judíos muertos por los nazis, son sólo un ejemplo.
La llegada del Siglo de las Luces con Revolución Francesa incluida, trajo la idea de Libertad, Igualdad, Fraternidad. Se creyó que la fuerza de la Razón disiparía las tinieblas de la humanidad. Durante décadas, se creyó buenamente en la igualdad de los seres humanos y en la idea de que era posible el bienestar de todos. Esta utopía no se debía a que los que creían en esto eran una partida de ingenuos. Sostenían que los avances económicos, tecnológicos, médicos y en todas las ramas del conocimiento tarde o temprano alcanzarían a todos. Por supuesto, hubo filósofos, científicos, políticos, que alertaron que este estado de bienestar colectivo no sería automático. Pero para las mayorías eran unos aguafiestas nietzscheanos. Un ejemplo de esta ilusión la podemos encontrar en los Estados Unidos de los años 50 o en México de los años 60. Se creía en el progreso, en el ascenso social por medio del estudio o del trabajo. Ahora, pocos ciudadanos creen en lo que las generaciones que les precedieron tomaban como cierto.
Pero lo más grave de todo este proceso es que en algún punto del último cuarto del siglo XX se quebró la idea de que la humanidad podría alcanzar la libertad, la igualdad y la fraternidad. Como dice uno de los grabados más conocidos de Goya: el sueño de la razón produce monstruos. Y tal vez el monstruo más horrible que ha creado es: “sálvese quien pueda”.
Un vistazo muestra que de la libertad no queda nada o muy poco. El Índice Global de Esclavitud 2016, publicado por la organización Walk Free Foundation define la esclavitud como una “situación de explotación a la que una persona no puede negarse debido a amenazas, violencia, coerción, abuso de poder o engaño”. De acuerdo a esta definición, estima que 46 millones de personas viven en esa condición, pero muchos creen que el dato subestima la realidad. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha informado que en 2016 se ha roto el récord de refugiados en el mundo. El informe anual de ACNUR que analiza el desplazamiento forzado en todo el mundo estima que 65,6 millones de personas se encontraban desplazadas a finales de 2016. Muchos de ellos viven en campos de refugiados en países cuyos gobiernos no desean recibirlos, acosados por los ciudadanos nativos. El desplazamiento voluntario o forzoso ha creado un mercado de trabajo en donde los trabajadores no tienen derechos y ganan salarios bajísimos. ¿Eso no es otra forma de esclavitud? Adicionalmente, el miedo y la inseguridad están provocando que en los países de Occidente se reduzcan paulatinamente las libertades civiles.
Sobre la igualdad, sólo baste señalar que el 1.1% de la población es más rica que el resto de los habitantes del globo, que las 10 empresas más exitosas obtuvieron más ingresos que 180 países juntos. Lo grave de estos datos es que los estudios han demostrado que tienden a acentuarse. Adiós al sueño de la igualdad real. La equidad de género, por otra parte, es una meta que está lejos de alcanzarse. Sobre la fraternidad, hay que señalar que la desigualdad, los desplazamientos, la homofobia son fenómenos que acentúan las diferencias y, muchas veces, alimentan los odios y las persecuciones a los diferentes.
El sueño de la Razón del siglo XVIII produjo un monstruo llamado siglo XXI. Bienvenidos al siglo de las oscuridades.
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