Crónicas del año cero

La humanidad, esta especie en peligro de extinción, está creando paulatinamente dos, digamos, humanidades...

2 de febrero, 2017

La humanidad, esta especie en peligro de extinción, está creando paulatinamente dos, digamos, humanidades: por un lado, una minoría privilegiada que tiene acceso a buenos servicios de salud y educación, se alimenta bien y con productos más o menos sanos, tiene empleos aceptablemente buenos y tiene acceso a buenas viviendas. Esta primera humanidad, los alfas y betas, para usar un lenguaje huxleyano, se ubica mayoritariamente en los países desarrollado (Europa, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur), pero también se encuentra en las clases medias altas y altas de las naciones menos favorecidas (México, China, India, Brasil y un largo etcétera); estos sectores no se preocupan realmente de inflaciones, crisis y otros fenómenos, pues están básicamente a salvo. Sus patrones de consumo se parecen, al igual que sus estilos de vida.

El resto de la población mundial, los gamma, delta y épsilon, carece de uno o varios satisfactores vitales: vivienda, alimentación, educación, etc. El Banco Mundial calculó en 2012 que casi 900 millones de personas vivían con menos de dos dólares diarios y 2,200 millones más con menos de cuatro dólares diarios. Este es el grupo más pobre a nivel mundial; son aquellos que carecen de casi todo. Sin embargo, hay sectores que son considerados de clases medias, pero que carecen de servicios de calidad. Tienen servicio médico, pero no a medicinas de última generación o atención médica de alta especialidad; tienen empleo o son subempleados en labores sin seguridad social y con jornadas muy duras y actividades aburridas o extenuantes; tienen acceso a educación, pero esta es mediocre y no los capacita realmente para aspirar a un buen trabajo, etc. El envejecimiento es un fenómeno en el que las diferencias se pueden apreciar. El primer grupo llega a la vejez con buena calidad de vida, relativamente hablando, gracias a los cuidados que ha tenido toda su vida. El resto de la humanidad encuentra una muerte temprana o una vejez con muchos problemas (salud, jubilación, alimentación, etc.).

De acuerdo a datos alarmantes procedentes de organizaciones como OXFAM, Banco Mundial y ONU, el proceso de concentración de capital se ha acelerado en los últimos 20 años. El dato de que el 1% de la población del planeta posee más que el 99% restante se ha convertido en una cifra que esconde un hecho: grandes masas de seres humanos han visto reducirse sus niveles de bienestar en el último cuarto de siglo. Los obreros de Europa y Estados Unidos, por ejemplo, ya no pueden aspirar a lo conseguido por una generación anterior de sus pares. Las crisis sucesivas han sido una buena manera de concentrar los capitales.

En esta tarea, los organismos internacionales y buena parte de las instituciones nacionales han ayudado a este proceso. Han colaborado con los grandes capitales a construir leyes laborales y sociales que prácticamente los dispensan de cualquier obligación con sus trabajadores o con la creación de empleos. Los estados nación proporcionan una infraestructura insuficiente y de mala calidad en materia de salud, educación o vivienda para ayudar a la estabilidad social; permiten el subempleo y el empleo chatarra. Los más afectados de todo esto han sido los menores de 30 años y los mayores de 60 años, que encuentran prácticamente imposible vivir de sus pensiones, si es que las tienen, y que no pueden aspirar a un empleo.

Así que, cuando se pregunte como pueden ser posibles gobiernos como el de Trump o Chávez, sólo hay que ver ese gran fraude en que se ha convertido la democracia y la modernidad.

El año cero de la extinción.

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