No tuvo nada de sorpresivo el informe bianual del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), presentado ayer por Gonzalo Hernández Licona, secretario general del organismo. Desde una semana antes, había varios indicadores del golpe que venía. Primero fue la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto en Hogares (ENIGH), elaborado por el INEGI, y luego un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que adelantaban que la pobreza había crecido. Según la OCDE, México es el único país latinoamericano que retrocedió en este terreno.
Le tocó a la secretaria de Desarrollo Social salir a explicar los platos rotos, aunque el trabajo de su dependencia ha sido exitoso. Bajó la pobreza extrema y los demás programas que tiene encomendados muestran resultados positivos. Más aún, en los estados en los que se trabajó con intensidad, como Guerrero, los índices de pobreza disminuyeron. El verdadero problema no está ahí, sino en la política económica, en los salarios y en el empleo, pero Luis Videgaray y el resto de los titulares en materia económica ni siquiera se dieron por aludidos. Otra vez, ninguna política de desarrollo social puede contrarrestar una política económica productora de pobres.
Mucho se ha dicho sobre los resultados del informe del CONEVAL, pero hay elementos que poco se han abordado. En primer lugar, el daño que se le está haciendo a la clase media. De no empezar a crearse empleos de calidad e instrumentarse una política de mejoramiento del salario, amén de otras acciones, seguirá la destrucción paulatina de la clase media. Este no es un problema coyuntural, no es un tema que desaparezca al salir de la atención de los diarios. Es necesario que el gobierno federal piense seriamente en instrumentar un programa de apoyo a las clases medias, un programa que abarque consumo, apoyos fiscales, ayuda para compra de vehículos y vivienda, al igual que educación y salud.
Para esto, el Estado y los políticos tendrían que dejar atrás la mentalidad “pobrista”. No hay que “atender” a la población pobre, hay que construir las bases para que esta misma población salga de la pobreza. El verdadero problema no es la pobreza, sino la desigualdad. De nada sirve que el informe del CONEVAL señale que se mejoró la cobertura en salud y educación puesto que los servicios en ambos rubros son de mala calidad. Más escuelas no significa mejores escuelas; más seguro popular no significa mejores resultados en salud. La población pudiente goza de servicios de Primer Mundo y la población menos afortunada se muere en la calle y se entretiene en escuelas que no tienen clases o no enseñan al nivel que se requiere. Lo que el documento de CONEVAL no dice es que avanzamos hacia un país imposible.
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