La frase, dicha por Lozano en referencia a Ricardo Anaya, revela la idea que algunos políticos tienen sobre López Obrador, pero también trasluce la certeza de que es el verdadero enemigo por vencer. Si esto es así, entonces AMLO debe estar disfrutando el tremendo intercambio de golpes entre los pugilistas tricolores y azules, quienes prefieren intercambiar acusaciones que hacer política.
El PAN ha decidido desatar la guerra en contra del PRI de Meade y lo ha hecho de la mano del gobernador de Chihuahua, Javier Corral, un político acostumbrado a ser crítico. La acusación del ejecutivo estatal le pega al gobierno federal y al PRI en donde más lo hiere: acusa que la Secretaría de Hacienda le escatima al gobierno chihuahuense 700 millones de pesos para presionarlo a fin de no seguir adelante con la investigación que involucra al exgobernador César Duarte y las supuestas triangulaciones ilegales de dinero a favor del PRI. La acusación es perfecta, cabe dentro de lo creíble y, además, toca a priistas que no habían sido implicados en este tipo de asuntos, como Manlio Fabio Beltrones. Es un disparo hecho por la mano de Corral y el cerebro de Anaya. El gobernador ha sabido acompañarse de un buen número de ciudadanos y organizaciones de la “sociedad civil”. ¿Es cierta la acusación? Es difícil saberlo, pero el hecho es que el asunto está siendo usado políticamente.
La Secretaría de Hacienda ha negado cualquier implicación en el sentido que señala el gobernador Corral. Hasta aquí se trataría de una acusación mediática fundamentalmente, de las que se cruzan a diario los partidos. Se entiende, aunque parezca un recurso bajo. Lo que no se comprende es por qué el presidente Peña Nieto se metió de lleno en el tema y todavía se comprende menos que José Antonio Meade se haya subido a un asunto en el que, por primera vez, se salió del guion de político razonable y persuasivo para convertirse en un político del montón, uno que descalifica y acusa sin pruebas. Si el presidente Peña fue torpe al responder a Corral, Meade fue el doble de torpe, con lo que demostró que las batallas callejoneras no son lo suyo. Alguno de sus asesores debe indicarle que cuando decida meterse a un pleito de descalificaciones se prepare mejor.
En lugar de que el presidente o el nuevo secretario de Hacienda dieran a conocer el tema de los dineros que se le habían dado o no a Chihuahua, Peña simplemente indicó que lo de Corral era un acto político. El señalamiento es cierto, pero es torpe viniendo de un mandatario. Meade fue todavía peor: acusó a Corral de ser mentiroso y torturador. Como diría el trovador de Ciudad Juárez: “pero qué necesidad”. Por supuesto, Corral ha contestado duramente, acusando a Meade y a Videgaray de estar metidos en la protección a Duarte. Ha publicado fotos donde salen sonrientes el candidato priista y el exgobernador. La imagen quedará para la memoria.
Como novedad no sorprendente, se ha incorporado a la campaña de Meade el senador Javier Lozano, ese que asegura que Ricardo Anaya es peor que AMLO. Lozano es un fuerte peleador político al que nadie quisiera enfrentar, pero cabe preguntarse si el perfil de este político es el que marcara la guerra sucia que se avecina, disfrazada de campaña política. ¿Pues no que Meade era otra cosa?
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