Cinco cosas que hacen los políticos y son enojosas

“Todos son iguales”, esta es una frase que se escucha muy seguido en una conversación coloquial entre personas...

25 de enero, 2018

“Todos son iguales”, esta es una frase que se escucha muy seguido en una conversación coloquial entre personas no versadas en dar un seguimiento serio a los discursos y propuestas. Pero no, no todos son iguales, ni en México ni en el resto del mundo. Sería conveniente distinguir a unos de otros a través de sus propuestas, de su visión y de su historia personal. Más allá de esto, a continuación hay cinco cosas (lista no limitativa) que hacen los políticos y que enfada a pocos o a muchos:

1.- Mentir. Durante una campaña se hacen muchas promesas, sobre todo en cuanto a las necesidades de las personas de las clases más bajas. Prometer que se hará alguna cosa, sea una carretera o acabar con la pobreza no es estrictamente una verdad o una mentira. Es una propuesta que en la mayoría de los casos se supone se podrá hacer posible. Por supuesto, a veces la carencia de recursos o los obstáculos legales echan por la borda las mejores intenciones; otras veces, el costo político de no cumplir es bajo y, por lo tanto, alguien que ha alcanzado un puesto puede simplemente no cumplir. Por supuesto, hay mentiras flagrantes: acabar con la corrupción en un sexenio, pacificar el país en tres años, terminar con el hambre. No obstante, los políticos las siguen diciendo, ¿por qué? Por tres razones: primera, nadie gana una elección diciendo verdades; segunda, la mayor parte de quienes escuchan saben que muchas son promesas incumplibles; tercero, en pocas ocasiones las sociedades reclaman seriamente que se cumplan las promesas.

2.- Cambiar de partido. Hay que entender que los políticos, todos ellos, tienen intereses personales. Así ha sido en toda la historia de la humanidad. La política no es para ángeles. A veces un político sólo tiene intereses personales y otras estos se empatan con intereses de grupos sociales más amplios. Decir que alguien procura el bien de México es una abstracción discursiva, sin contenido real. Por lo demás, ninguna ley prohíbe a un político cambiar de partido, pero es insoportable escucharlos con la cantaleta que lo hacen por el “bien de la nación” u otras frases vacías.

3.- No explicar el origen de sus recursos. ¿De qué ha vivido López Obrador durante 12 años?, ¿en serio Ríos Piter se ha gastado menos de ocho mil pesos diarios y ha logrado completar las firmas en 15 estados?, ¿Cuál fue la varita mágica que usó Anaya para conseguir su riqueza?, ¿cómo obtuvieron tantas propiedades personas como Romero Deschamps o Elba Esther Gordillo? La única explicación que une a todos estos y muchos otros personajes es la corrupción, ya sea directa, como la de los líderes sindicales, o indirecta, como la que proveía Bejarano a AMLO. En términos generales, la corrupción se castiga poco.

4.- Mensajes sin contenido. Muchas personas se quejan, sobre todo los intelectuales, que se hace campaña con mensajes sin contenido, pero esto parece ser un signo de los tiempos que corren. En esta etapa de supuestas precampañas, en que los aspirantes no deben dar mensajes a todo el electorado, no es raro ver spots sin mucho sentido político, en donde se presentan niños cantarines, políticos cantando, etc. Se les olvida a los intelectuales que los mensajes están dedicados en muchos casos a mostrar a los aspirantes más humanos, más populares, más sencillos, etc. No hay mucho que hacer a este respecto. La gente que se queja de los millones de spots, ¿estaría dispuesta a ver un programa de dos horas en donde cada candidato explicara en detalle sus propuestas?

5.- Carecer de ideología. Por desgracia, la ideología no es muy útil hoy en día. Gobiernos de derecha e izquierda que usan las mismas recetas y sirven al mismo dios dólar, que son asistencialistas y populistas. Un partido de izquierda, MORENA, dirigido por un conservador populista; un partido insípido como el PRI o un partido que ya no se sabe en dónde ubicarlo, PAN. La verdad es que a la infinita mayoría de los votantes no les importan las definiciones ideológicas. Sólo a los intelectuales y periodistas les son relevantes.

Con estas y otras molestias, aquí vamos rumbo a la elección más importante de la posguerra.  

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