Basave y Beltrones

Dos presidentes de partido han anunciado su renuncia.

23 de junio, 2016

Dos presidentes de partido han anunciado su renuncia. Uno, Agustín Basave, llegó desde fuera del Partido de la Revolución Democrática (PRD); el otro, Manlio Fabio Beltrones, ha sido un militante priista disciplinado de toda la vida. Basave llegó como un bateador emergente, con el aura de ser un intelectual de izquierda. Llegó a un partido en franca decadencia, con los consabidos pleitos entre las tribus. Beltrones, en cambio, llegó al frente del partido más exitoso de los últimos años, precedido de la fama de ser un político hábil e inteligente. Pero la realidad es una dura maestra y no bastó ni el conocimiento de Basave ni la experiencia de Beltrones.

Agustín Basave Benítez llegó a la presidencia del PRD en noviembre del año pasado. Llegó a una organización agotada por los conflictos internos, por el ataque sistemático al que lo ha sometido Andrés Manuel López Obrador y por la salida de cuadros notables. La corriente mayoritaria, Nueva Izquierda, carece de fuerza política más allá del aparato del partido.

Pero lo cierto es que Basave llegó sin proyecto político, con la idea de que un hombre llegado de fuera, sin tribus, podría hacer algo. Finalmente, Basave se va sin haber construido la unidad, sin ofrecer alternativas políticas nuevas y con un resultado electoral bastante mediocre. Si su oferta era hacer alianzas con el PAN no se necesitaba un intelectual de izquierda, ya esto se había hecho antes. Lo peor es que en el corto tiempo que estuvo al frente del partido parece que aprendió los modos de las tribus y sale peleado con Nueva Izquierda y el gobernador Silvano Aureoles, al que acusa de ser algo así como el entenado de Manlio Fabio Beltrones. Además, su caracterización de que el enemigo a vencer es el PRI, como si estuviéramos en 1988, no toma en cuenta lo sucedido en los últimos 20 años. Su propuesta del regreso del autoritarismo priista simplemente ignora todo lo que se ha construido en materia institucional (órganos autónomos, parlamentos, etc.). Ni la gente es la misma, ni la Presidencia tiene el mismo poder. Todo ha cambiado. Lo mejor que se puede decir de Basave es que dejó al partido como lo encontró: en ruinas.

Manlio Fabio Beltrones llegó a la presidencia del PRI en agosto del año pasado para enfrentar, precisamente, el reto de las elecciones locales. De inmediato, su visibilidad hizo que lo consideraran un posible aspirante a la candidatura presidencial de su partido. Formalmente, fue un soldado fiel al presidente Peña Nieto, pero lo real es que el estilo de ambos nunca pareció acoplarse del todo.

Beltrones se va, pero no sólo por los resultados electorales, también porque en las últimas dos semanas el gobierno federal ha sido atacado por la Iglesia y los empresarios y no ha recibido un apoyo real del PRI. Ni militantes notables ni gobernadores o legisladores han dicho nada ante el acoso. La vieja disciplina y la defensa a ultranza no se ven por ningún lado. Pero también se marcha porque no comparte el proyecto futuro que el grupo del presidente Peña Nieto tratará de sacar adelante. Ahora, es posible que trate de tomar el control directo de su partido por medio de uno de sus cercanos.

Basave y Beltrones tienen algo en común: dejan la dirección de un partido confundido, que sabe que debe cambiar, pero no sabe cómo. 

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