Desde el mes de agosto, el periodista Federico Arreola, antiguo fan de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), especuló sobre la salida de Martí Batres de la dirección formal del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Recién bajado del avión que nos lo regresó de Europa, AMLO confirmó ayer que en efecto se va Batres.
No se trata de un desencuentro entre el dueño del partido y el líder formal, sino de un relevo programado, pero es interesante vincular ambos hechos: el viaje de López a Europa y el relevo en MORENA. Siguiendo con Arreola, este veía a tres personajes que podrían sustituir a Batres: Andrés Manuel López Beltrán, el hijo del caudillo, Clara Brugada y Héctor Vasconcelos. Sería difícil suponer que López Obrador se decidiera por su hijo para la dirección de su partido; el daño a su imagen podría ser determinante para 2018 y aunque muchos de sus detractores han acusado que MORENA es una especie de empresa familiar, tal decisión sería un error grave.
Si llega Clara Brugada, quien ha sido diputada y delegada en Iztapalapa, sería indicativo de que al partido se le quiere dar un perfil más agresivo, más duro. Brugada es una luchadora y lo ha sido en cada uno de sus cargos. Es superior a Batres en varios aspectos y tendría más notoriedad que este. Su llegada sería una señal de que el partido está en pie de guerra para el 2018. El tercer postulado es otra cosa. Héctor Vasconcelos fue candidato a la delegación Miguel Hidalgo, pero antes de eso ha sido un diplomático de carrera, se le tiene por hombre culto (cualquier cosa que esto signifique) y le daría al partido otro perfil. Cierto es que, quede quien quede, AMLO seguirá mandando y dando la línea, pero la llegada de una u otra persona sería significativa.
Ya sea que llegue Vasconcelos u otro personaje similar, esto significaría que AMLO ha entendido que debe cambiar para ganar la presidencia. Su viaje a Europa, con medallita al Papa incluida, también fue un guiño a la comunidad internacional de que no piensa ser una segunda edición de Chávez o Tsipras. Si Ollanta Humala cambió para ganar la presidencia, ¿por qué no pensar que el líder real de MORENA lo puede hacer?
AMLO no es enemigo de la iniciativa privada; no lo ha sido nunca. Tampoco es enemigo de la Iglesia Católica, como lo demuestra su visita al Papa o su amistad con el cardenal Rivera y su defensa de la familia tradicional. Tampoco es un enemigo de las Fuerzas Armadas, es más, no ha comentado nada sobre las violaciones a los derechos humanos. Tampoco quiere acabar con la pobreza a rajatabla, sino administrarla electoralmente.
Sería un perfecto presidente mexicano del PRI de los años sesenta. El problema es que nadie le ha avisado que estamos en el siglo XXI.
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