Como se ha dicho hasta la saciedad, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no es un hombre de izquierdas, es un nacionalista que parece salido del PRI de los años sesenta. Si Adolfo López Mateos hubiera sido oposición habría resultado, incluso, más radical que el jefe supremo de MORENA. Precisamente por esta formación, llama la atención que por primera vez en su ya larga carrera política ataque directamente a las fuerzas armadas, una institución cuasisagrada para todos los partidos con registro, en especial para el PRI y el PAN.
La verdadera izquierda no puede ignorar la historia negra de instituciones como el Ejército o la Marina. Su participación en la “guerra sucia” de los años setenta y ochenta, las prisiones y torturas en el Campo Militar número 1 son cosas que deberíamos recordar y por las cuales los militares nunca han dado explicaciones, ni han sido juzgados. Vaya, ni siquiera han pedido perdón. Ni Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo o el propio AMLO, se metieron con las fuerzas armadas. ¿Qué busca ganar ese animal político que es López Obrador con este pleito?, ¿por qué lo hace ahora?
Como se sabe, el 9 y 10 de febrero de este año, las fuerzas armadas habrían eliminado (para no usar el eufemismo “abatido”) a dos supuestos criminales del cártel de los Beltrán Leyva: el H2, Juan Francisco Patrón Sánchez, y el H9, Daniel Silva Gárate. Ambas muertes habrían ocurrido en enfrentamientos diferentes, pero en la misma ciudad de Tepic, Nayarit. En el caso del primero, habrían muerto 11 supuestos criminales. Hasta ahí la información proveniente de los comunicados oficiales y la prensa.
De manera sorpresiva, el sábado 11, AMLO cuestionó que durante el “operativo” se hubiera “abatido” a las 11 personas, en lugar de arrestarlos sin un solo disparo, como en otras ocasiones. Acusó que durante la acción de las fuerzas armadas se habrá asesinado a menores de edad. López había venido cuestionando a los gobiernos de Calderón y Peña Nieto por la forma en que enfrentaron al crimen organizado, pero nunca había cuestionado directamente al Ejército o la Marina.
Al líder de MORENA le han contestado el PRI, el secretario Osorio Chong, Margarita Zavala y el mismo secretario de Marina, Vidal Soberón, quien precisó que en los operativos no había habido uso excesivo de fuerza ni habían muerto menores. Los restantes actores le han exigido a AMLO que presente pruebas de la muerte de menores y hasta lo han señalado de tratar de proteger a los integrantes del crimen organizado. López nunca retrocede, algo perturbador para un político, así que de nuevo volvió a la carga. En su reciente visita a Los Ángeles, habló de la “masacre de Nayarit” y contestó a Margarita Zavala que estaba “acostumbrada a las masacres de su esposo”. Más aún, López asegura que en los últimos diez años ha habido una masacre al mes y culpa, desde luego, al PRIAN.
Es difícil explicar el porqué se metió AMLO en un tema tan delicado y en el cual puede perder más que ganar. Incluso, varios simpatizantes de su causa han tratado de aminorar la confrontación. ¿Es en realidad un error político? Es difícil saberlo, pero vale la pena señalar algunas ventajas de esta nueva posición: en primer lugar, lo acerca a grupos de mexicanos que han padecido la violencia del crimen organizado y los abusos de las fuerzas del “orden”; además, lo acerca a activistas de derechos humanos como el padre Solalinde y Javier Sicilia. En segundo lugar, lo contrasta con las posturas del PRI y el PAN y a estos los encajona en una misma posición, indistinguible. En tercer lugar, tal vez lo acerca a sectores de las fuerzas armadas que están hartas de una lucha sin fin y sin estrategia y del desprestigio en el que las ha sumido. Colombia mostró que la lucha del Estado no debe ser contra la droga, sino contra la violencia. AMLO ha propuesto sacar a las fuerzas armadas del combate al crimen organizado y regresarlos a los cuarteles.
¿Lo cumplirá si gana la elección? Antes tendrá que ganar este round en el que se ha metido.
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