El pasado 16 de mayo, el icónico escritor jalisciense Juan Rulfo habría cumplido 103 años de vida.
“¡Lea esa vaina carajo, para que aprenda!”, le decía en 1959 a Gabriel García Márquez su amigo y también escritor colombiano Álvaro Mutis, mientras le daba un ejemplar de la novela Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo. A los pocos días, leyó el libro de cuentos El llano en llamas del mismo autor, hecho que marcó la carrera y vida del ya fallecido premio Nobel de literatura colombiano y máximo exponente mundial del subgénero conocido cómo realismo mágico.
El término “realismo mágico” se aplicó por primera vez a la pintura en los años 20s, y después a la literatura a partir de obras principalmente hispanoamericanas en las décadas de los 60s y 70s (con una tendencia a mezclar lo real con lo fantástico), principal estilo del fenómeno conocido mundialmente como el BOOM LATINOAMERICANO. Los dos precursores del realismo mágico son escritores mexicanos: Elena Garro con su obra Los recuerdos del porvenir (escrita entre 1951 y 1953) y publicada en 1963, y Juan Rulfo con su libro de 17 cuentos publicado en 1953 y su novela de 1955, ambos autores originarios de estados en los que se libraron las luchas cristeras (Puebla y Jalisco).
Elena Garro fue una dramaturga, novelista, cuentista y también poeta, se le puede considerar como una valiente feminista que luchó por romper el molde de la mujer mexicana sumisa y obediente. Rulfo fue menos prolífico ya que solo publicó en toda su vida dos obras de fama universal.
Como se puede ver, las obras de estos autores precedieron a la gran obra de la literatura universal Cien años de soledad, escrita entre 1965 y 1966 en la Ciudad de México (cuyo primer párrafo, por cierto, se escribió en Acapulco) y publicada en 1967, y es la obra emblemática del BOOM, cuyo fenómeno literario compartió junto con autores como Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Miguel Ángel Asturias, Isabel Allende, entre otros. Como se puede ver, sin México no se podría concebir al realismo mágico, talvez porque, como lo decía Chavela Vargas, la palabra “México”, viene de “Mágico”.
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