El muralismo mexicano aún vive

Sus orígenes se remontan a Coyuca de Benítez, donde desciende de la rama de Don José María Martha Zúñiga, hombre de origen español que llegó...

22 de julio, 2020

Sus orígenes se remontan a Coyuca de Benítez, donde desciende de la rama de Don José María Martha Zúñiga, hombre de origen español que llegó por mar hace ya muchas generaciones. Su niñez la vivió en Acapulco, donde fue descubierto su talento, casi por casualidad, durante una de sus aventuras infantiles en el Fuerte de San Diego. De ahí, no mucho tiempo después, emigró a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, “La Esmeralda” (la ENPEG), de donde han egresado la mayoría de los grandes talentos de este país.

El prolífico Maestro Zúñiga ha pintado, además de a todo tipo de personajes de la vida pública, nacional e internacional, murales que se yerguen como testigos perennes de esa iluminación espontánea y sin explicación a la que, comúnmente, llamamos GENIO. Algunas de estas grandes obras icónicas son: el H. Congreso del estado de Morelos, en el que todo el vestíbulo está cubierto por impresionante trabajo de Zúñiga; el Ayuntamiento de la Ciudad de Tijuana; y en Acapulco, su entrañable tierra, el Polyforum Cultural Partenón.

 Ahí, en el mítico Hotel Los Flamingos, se le puede ver, en las terrazas, el restaurant o en los pasillos, en amenas pláticas con personajes de importancia que acuden con él a encargarle obras, o simplemente a saludarlo y disfrutar de su conversación llena de anécdotas, de las cuales algunas parecieran sacadas de algún libro de pasajes importantes de los Siglos 20 y 21.

Ahí también lleva a cabo el Maestro una febril actividad artística, continua, inspirada en la magia del Flamingos, y las evocaciones oníricas, e incluso paranormales, que llegan a él, y al vuelo las atrapa para siempre en algún lienzo, o incluso algunas veces, en alguna solitaria cartulina, ya resignada a una vida condenada al anonimato de un basurero –de  basura a una joya, vaya suerte de esos predestinados papeles en blanco–.  Quizás dichas hojas agraciadas sean, como afirma de algunos personajes, Hugo Zúñiga Guzmán: “Los personajes son de un tiempo, pero persisten”.

 

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