El Chapulín Colorado, el antihéroe por excelencia, mediocre, torpe, tonto y miedoso por naturaleza, podría ser una buena analogía al, por donde se le vea, impresentable Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa. Siempre que fue requerido, el chapulín, para resolver algo, complicaba aún más las cosas, pero lo más preocupante acaso seria su iniciativa y el creer que verdaderamente tenia poder y capacidad alguna cuando se ponía su traje de superhéroe creyéndose de verdad que lo era, aunque fuera en realidad solo una botarga.
Similitudes, hay más, en los programas de la televisión humorística mexicana, había otros actores que lo pensaban en realidad héroe y que resolvería algún problema, cuando, lo repito, era justo lo opuesto. En parte de las muy poco informadas y letradas élites mexicanas, Calderón aún sigue siendo visto cómo “héroe”, por increíble que esto parezca.
Ojalá Calderón, personaje caricaturesco pero siniestro, fuera solo un ícono de la época dorada de la televisión y la comedia en México. Lo trágico es que es real, y llegó ni más ni menos que a la presidencia de México. Felipe Calderón, además de adolecer de todos esos defectos, es una persona con la más mala entraña que pueda haber en política. Nunca reparó en pisotear el sistema electoral del país, que tardó décadas e incluso vidas humanas en construirse: lo dañó hasta perder buena parte de su credibilidad, sucediéndose por efecto, reforma tras reforma electoral, que solo enredaron más el tema.
Es impensable que el Chapulín Colorado se hubiera asociado con los malos, como lo hizo sin ningún pudor Calderón con los criminales, ni tampoco hubiera sido capaz de provocar la muerte de un mosquito siquiera; en contraste, la guerra ficticia y fallida de Calderón mató a cientos de miles, separó familias, dejó incontables huérfanos y a un país en la Ley de la selva.
Hoy, afortunadamente, buena parte de los mexicanos sabemos la realidad. Conocemos la verdadera esencia del chacal del Siglo 21. Pero el personaje ahí sigue, con todo su veneno y naturaleza opaca y mediocre, opinando de todo y de nada, vía su cuenta de Twitter, sin importarle que solo reciba miles de insultos como respuesta, y nula sea su influencia en la vida pública mexicana. Por cierto, que su actuar me remite a una escena clásica de Gómez Bolaños interpretando al Chapulín, aquellas en las que que decía: ¡yo opino, yo opinooo, yo opinooo!”, sin poder siquiera articular frase válida o inteligible ni terminar sus enunciados, y siendo siempre interrumpido por otros, sin que nunca, en los hechos, un punto de vista suyo fuera tomado en cuenta por nadie.
En ese gris personaje, Felipe Calderón, están muchas de las explicaciones del infierno en el que, innecesariamente, se convirtió nuestro país. Y una disculpa de paso a nuestro entrañable Chapulín Colorado, él siempre nos dio alegrías (y aún hoy nos las sigue regalando), mientras que Calderón Hinojosa solo nos da vergüenza, muerte, miedo, luto y horror.
Ojalá y pronto la Justicia lo alcance. Aunque ya, el Juicio implacable de la Historia llegó para ´él, de una manera inexorable.
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