La repetición del número 400 en la cosmogonía prehispánica en el centro de lo que ahora es México es de llamar la atención, desde el famoso poema atribuido al Rey Nezahualcóyotl, que aparece en los billetes actuales de 100 pesos aludiendo al Cenzontle, ave de inigualable y hermoso canto, el de las “400 voces”, que de esa etimología proviene su mismo nombre, hasta los 400 dioses del pulque o 400 conejos “centzon-totochtin”, relacionados a la embriaguez y no solo a eso, sino también a las dualidades sueño/vigilia y ofuscación/lucidez, y aun a la muerte misma, siendo, por sobre todo un vinculo con lo divino; de ahí que, entre otros sitios, la pirámide del cerro del Tepozteco, en Morelos está consagrada al pulque y su principal deidad, Ometochtli. Pasando también el citado número por la conocida leyenda del nacimiento Huitzchilopoztli, producto de un embarazo fortuito de su madre, la Diosa Coatlicue, debido a una hermosa bola de plumas que guardó en su vientre quedando así embarazada (no deja de llamar la atención la similitud con el pasaje bíblico del espíritu santo y el nacimiento de Cristo), donde sus 400 hijos llamados surianos y su otra hija urden un plan para asesinarla, donde uno de los hermanos, de nombre Cuahutlicac, arrepentido va y alerta a su madre, naciendo así Huitzchilopochtli ataviado con las armas suficientes para desmembrar a la Coyolchauqui, quien se convirtió en la luna, y matar a la mayoría de sus 400 hermanos y los que se salvaron huyeron, convirtiéndose todos en las estrellas del firmamento o las Centzon huiznahuac, o “las 400 estrellas del sur”.
El número 400 también aparece en las crónicas del antiguo juego de pelota prehispánico, donde se representaba la guerra celeste, y el hombre devoraba a las estrellas y al volver a salir el sol, el hombre vuelve a ser el representante principal terrestre del cosmos, en una visión antropocentrista del universo.
Otro mito, este fundacional de la vida en la tierra, es el de la caída del cielo de un cuchillo de pedernal, que cae en 1600 pedazos (1600 múltiplo de, 400 X 4), siendo los primeros seres en la tierra, provenientes de una especie de “paraíso en decadencia”, relacionado también con los llamados 400 mimixcoa o cuatrocientas serpientes de nubes que, en la misma mitología mexica, eran la personificación misma de las estrellas septentrionales o del norte. Todas estas míticas historias, a veces se interrelacionan unas con otras mas, el caso es que el número 400 es clave en el sistema de numeración mexica, y esto no es ninguna sorpresa en si mismo, ya que el sistema utilizado por esta Civilización era el vigesimal, cuyos números base los forman el 1, 20, 400, 8000; sistema de numeración usado en sus transacciones comerciales y tributarios, tal y como consta en los códices y relaciones.
Este sistema se observa hasta en la representación de los días del año (20 X 18 = 360), al cual sumaban 5 días mas a manera de ritual, en este caso, la operación es cuasi-vigesimal. El sistema vigesimal en cuestión y su enorme abstracción y complejidad, forzosamente tiene que estar relacionado con el hecho con la distancia que guardan la luna y el sol, 400 veces nuestro satélite mas cerca de la tierra que el sol, a la vez de que la luna es 400 veces mas pequeña que el sol, lo que hace que desde nuestra perspectiva aquí en la tierra, aparenten ambos cuerpos celestes tener exactamente el mismo tamaño; esto nunca he tenido la oportunidad de leerlo en libro o tratado relativo a la cosmovisión prehispánica ni siquiera ya no digamos como hipótesis, sino como una simple observación de la relación que puedan guardar, y que es mas que plausible, ya que son de sobra conocidos sus mas que avanzados conocimientos en cuanto a la ciencia astronómica se refiere, mayores incluso que a los de la Europa de aquella época.
Otro ejemplo que ilustra esta hipótesis, es la división del año en 13 meses, de veinte días cada uno (20 es la raíz cuadrada de 400); para los que deslizan la version de que simplemente el uso del “400” se refería a algo así como un concepto solo abstracto, el símil de una miríada, a algo muy extenso, o a “muchos”, difícil de cuantificar con exactitud, esta se cae por si misma, habiendo números clave en dicho sistema mayores, como el 8000 (Xiquipilli), donde inicia la cuenta de la tercera potencia matemática o el 16000 (Xochitl) desde el cual comienzan los números elevados a la cuarta potencia; como todo sistema aritmético, el vigesimal es infinito, representado este concepto con el nombre de “Cempoalli” (cuenta eterna), el cual tiene un vinculo con “Cempasuchitl”, flor relacionada a la muerte, y con ello a la eternidad.
No se necesita profundizar mucho para recordar la importancia que daban a los eclipses de sol las culturas nahuas, y la precisión con que los predecían, ni la relación del conejo con la luna y la fertilidad, y la del sol con el renacimiento diario de la vida, representado por la lucha nocturna del dios Huitzchilopochtli, para impedir el fin del ciclo de vida-muerte-vida en la tierra; en fin, la importancia toral de la dualidad Luna/Sol en aquellas Civilizaciones es incuestionable, de ahí que todo, incluido su sistema numérico, este basado en este par de cuerpos celestes, uno una estrella, el otro, un simple satélite de un planeta: el nuestro.
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