El México del Siglo XXI: entre la guerra y peste

Por muchos siglos de Historia, los gobiernos y los pueblos han temido especialmente a dos fenómenos: la guerra y la peste. Si en el primer...

8 de abril, 2020

Por muchos siglos de Historia, los gobiernos y los pueblos han temido especialmente a dos fenómenos: la guerra y la peste. Si en el primer lustro de la presente centuria y/o en los últimos años del Siglo XXI nos hubiesen dicho que a nuestro México azotarían estas dos tan temidas desgracias, nunca lo habríamos creído. Pero sí, así fue y está siendo. Si bien uno de estos funestos destinos es completamente exógeno, me refiero a la peste (COVID-19), el otro (la guerra) fue a la inversa, endógeno por entero, por una ocurrencia de un personaje gris, opaco, mediocre que llegó a la presidencia bajo las nuevas reglas que emanaron la de las reformas electorales de 1996, es decir, bajo un escenario que pretendía una transición democrática plena, mucho menos atropellada y tortuosa de lo que en realidad, e innecesariamente, ha sido.

Nunca dudemos en afirmar que personajes como Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, en el anterior sistema, nunca habrían siquiera sido considerados presidenciables; en aquel sistema se iban cribando muy cuidadosamente a los aspirantes, quedando fuera, de saque, todo político que no perteneciera al gabinete presidencial, básicamente. Después estaba el visto bueno del partido y sus sectores, de los empresarios, y finalmente del “gran elector” o el “fiel de la balanza” (como habría dicho López Portillo), o sea el Presidente de la Republica aún en funciones. Un sistema para la elección de nuevo presidente “de ponderación nacional”, declaró algún día un líder de la I.P. de aquellas épocas, y no le faltaba razón.

México aún no estaba listo para el salto definitivo a la democracia plena, como si lo creyeron muchos, empezando por el presidente Zedillo y el denominado entonces Grupo San Ángel, organización multidisciplinaria que desde la sociedad civil impulsaba dicha transición, que se venía dando de una manera mucho más gradual; en el pobrisimo perfil de los aspirantes a la presidencia, entre otros aspectos más, se vio reflejado ese hecho. La improvisación, la decadencia y la anarquía se enseñorearon durante las dos primeras décadas del ya bien entrado Siglo XXI en México.

   De entre todo lo que se perdió, además del precioso tiempo y las oportunidades, en el marco de un escenario de años de (quizás) irrepetible bonanza, la pérdida más dolorosa es y seguirá siendo la de nuestra paz social, la mayor divisa que nos legó un sistema que, mal que bien, dotó a este país en casi ocho décadas de estabilidad. Nadie puede negar que hubo problemas, algunas veces desembocaron en crisis económicas, de las cuales el país, cual ave Fénix, emergía de sus cenizas. De la guerra iniciada por Calderón, parece que si no hay ya una estrategia valida y certera para salir, cuando menos en años próximos, y es que el alza de la violencia, dramática y bestial desde enero de 2007 no parece ver la luz al final del túnel, entre otras cosas porque quedó de manifiesto y al desnudo nuestro sistema de procuración y administración de justicia con todas sus enormes fallas, dándonos como resultado un clima de prácticamente impunidad total, donde si antes alguien tenía algo de temor a la Justicia, funcionando ese efecto como disuasor, ahora el que no se atreviera antes a cometer algún ilícito, simplemente lo hace; esto es muy aparte de la multiplicación de los carteles de la droga, y la diversificación de los nuevos grupos delictivos, que ya se olvidaron, prácticamente, de todo código de honor, que los carteles clásicos sí tenían y respetaban.

   De los dos azotes que ahora mismo padece México, la GUERRA y la PESTE, del primero no contamos con estudios y diagnósticos que nos den una idea de las monstruosas pérdidas económicas que ha dejado y proyecciones para las que aún dejará. Sabemos de la importancia indudable del narcotráfico como un sector exportador, así sea una actividad al margen de la ley: sus montos superan a los del total de las remesas que envían los paisanos en los EEUU. Superan sus ingresos, con creces, al de la industria farmacéutica nacional. En fin, nunca creo que se conozcan con una exactitud, ni siquiera cercana, los perjuicios de la multicitada guerra para nuestra economía, la mayoría PERMANENTES, y no transitorios, como sí lo serán los daños que deje este parón de la economía del presente año 2020 en México (que lo será, de hecho, para todos los países del orbe). Las dos tormentas que sortea el Capitán del barco “México”, Andrés Manuel López Obrador, son retos mayúsculos, unos a los que ninguna administración posrevolucionaria se había enfrentado. El reto de ir serenando al país es titánico, y solo se podrá ir colocando los cimientos de fuerzas del orden nuevas, y algunas reformas (que ya se cocinan) al sistema de justicia; los resultados no serán en un corto plazo. El problema de la pandemia se está gestionando de una forma acertada, la estrategia parece ser doble: por un lado, disminuir en lo posible los contagios, evitando que sea esto exponencial, sino todo lo contrario: alargar lo más posible la línea de los mismos en una gráfica; pero evitando así los indeseables picos, como lo vemos en España, Italia o USA (con especial énfasis en Nueva York), donde la enfermedad causada por la nueva cepa de coronavirus se dispara hasta colapsar cualquier sistema de salud; al tiempo que se apuesta, así no se manifieste abiertamente, por una inmunidad de rebaño, es decir, aprovechando nuestra fortaleza del promedio de edad joven en el país, el famoso BONO DEMOGRÁFICO que pueda ser en la presente coyuntura, que juegue como nunca a favor, y quedar así inmunizada la población que sea contagiada por el virus. Con esto se tendrá mucha más fortaleza cuando el virus regrese, que lo más seguro es que lo haga en diciembre, esperando también que para entonces se tengan ya avances en cuanto a potenciales tratamientos y/o una vacuna.

    La Historia nos dirá cómo el actual gobierno enfrentó estas dos calamidades, ninguna de las dos, por cierto, provocada por fallas y/o excesos de la administración lopezobradorista que, eso sí, para la gente está mucho más que claro.

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