El fútbol mexicano a nada del suicidio

Un puñado de clubes de fútbol de la primera división en México (cuya mediocridad se ve reflejada en la tabla de cociente) pretende borrar el...

22 de abril, 2020

Un puñado de clubes de fútbol de la primera división en México (cuya mediocridad se ve reflejada en la tabla de cociente) pretende borrar el sistema de competencia del futbol mexicano. El sistema de competencia castigaba al equipo que quedara en peor posición en el cociente porcentual, que  promedia el desempeño de cada equipo en los últimos tres años, para que una vez al año un equipo de la Liga Mx (o “primera división”) descendiera a la liga de “Ascenso Mx” (que en todo el mundo se le conoce como “segunda división” o “categoría de plata”). A la par, en la liga de Ascenso Mx un equipo podía subir a la primera división.

La estúpida idea de desaparecer dicho sistema de competencia no es nueva, pero los directivos (como los propietarios del Atlas, Puebla e incluso el Guadalajara) aprovechan el actual contexto pandemiológico para dar el madruguete.  No se detienen a pensar los directivos de nuestro amado fútbol en la suma de perjuicios que provocaría tal despropósito. El sistema de competencia de ascenso y descenso son, en prácticamente todo el mundo, un importantísimo atractivo para millones de aficionados. Impensable sería, por ejemplo, la liga de España sin los ascensos y descensos (hasta tres bajan y tres suben, cada año), y es imprescindible, pues simplemente el fútbol ibérico languidecería sin ello, ya que es más que sabido la indudable hegemonía que tienen dos clubes: Real Madrid y
Barcelona.
En el caso de México, en la primera división ya solo serían atractivos partidos de equipos de media tabla hacia arriba, y se perdería todo interés y utilidad deportiva de la otra mitad. Por otra parte, a la liga de Ascenso Mx la matarían así sin más. Ciudades como Zacatecas, Hermosillo, Oaxaca, Tuxtla y otras tantas se quedarían sin su fútbol, espectáculo que tiene un impacto social favorable, según innumerables estudios serios al respecto, porque de muy poco sirve tenerlo ya sin la ilusión que tiene el aficionado de alentar al equipo de su ciudad para ascender a la primera división. Para una ciudad, puede que valga más el ascenso a primera de su equipo, que incluso algún torneo ganado ya en la primera
división, no exagero. Son tantos a veces los años que la afición espera, con inusitada emoción, esa posibilidad de jugar de tú a tú con los grandes de la liga (la Copa Mx es una competición que se cuece aparte, pues pese a su importancia, los torneos de copa siempre irán un escalón abajo que las competencias ligueras).

Se dice que también dos o tres equipos de “la segunda” en México estarían de acuerdo con la medida, ya que se planea que la primera división dé dos lugares más, aunque  con criterios muy alejados de lo deportivo y cercanos a los económicos. No es posible que no vean la indiscutible baja de interés de miles de aficionados  por ir a los estadios, porque nadie quiere ir a pagar por ver partidos amistosos de facto, en los que no se está peleando virtualmente por nada. 

Por todo lo anterior, se infiere que el negocio caería de forma notable. No solo es el aficionado que va al estadio, también entra en cuestión el televidente  quien no querría ver la mayoría de los partidos de fútbol en México debido a la mediocridad, que es la hija de la falta de incentivos, tanto de lograr un NO descenso, como el de la consecución de la gloria de un ascenso a primera. Funcionaría mucho mejor  el fortalecimiento del sistema de ascensos y descensos, abriendo la posibilidad de que subieran y bajaran hasta tres
clubes por año, o sea, un descenso directo (el de hasta abajo de la tabla porcentual promediada de los tres últimos años) y otros dos (los dos últimos en esa temporada en la tabla de las fases regulares) que jugarían un torneo cuadrangular de promoción, con los dos equipos mejor posicionados de la tabla de los torneos regulares en el ascenso. Esto, por un lado, aumentaría la afluencia a los estadios de ambas divisiones, por no mencionar el raiting televisivo, a lo que se sumaría un ingrediente nuevo en México, que supondría
dicha competición relámpago de promoción entre esos clubes, y prevalecería un nivel competitivo muy importante, así como la atención por parte de los aficionados a prácticamente todos los partidos jugados semana a semana en ambas categorías, por no citar el plus de ese
hipotético mini torneo de cuatro, que se jugaría año con año, dándole además, plena justicia deportiva a quienes hagan mejor las cosas.

Sabemos que la gran mayoría de los equipos del ascenso están en un muy amargo desacuerdo y tienen la intención de apelar en la FIFA, y en última instancia al TAS (máximo tribunal e instancia de conciliación y arbitraje de las controversias y asuntos deportivos en el mundo). Si estos organismos actúan con los mínimos criterios que favorezcan lo deportivo por encima de lo económico, deberán impedir la aberración que se piensa implementar en el fútbol mexicano.

Esperemos todos, afición, futbolistas y directivas que eso no se cristalice, ya que, entre otras linduras, se obligó a los equipos de ascenso a realizar importantes inversiones, para llenar un “cuaderno de cargos” sin el cual no se podría ascender, por lo cual muchos estadios se ampliaron,
modernizaron y remozaron, amén de instalaciones e infraestructura deportiva, con no pocos esfuerzos; todo para reunir los requisitos para aspirar a jugar en primera en caso de ser campeones en el ascenso. Ya se dio el triste caso de los “Cafetaleros” de Tapachula que se ganaron en la cancha el ascenso, con todas las de la ley, y en un hecho inédito, quizás a nivel mundial, no se les permitió ascender, por carecer de algunos puntos del ya mencionado cuadernillo que ellos en ese momento aún no cumplían a cabalidad.
¿Se repetirá ese acto insultante, con el actual campeón del primer torneo del ascenso Mx ya jugado, que son los Alebrijes de Oaxaca? Quizá sí, es la abierta intención. Ojalá caigan en la cuenta de que están matando a más de la mitad del fútbol nacional en lo deportivo, y de paso también, como
debería resultar lógico, un golpe muy intenso al negocio que el fútbol representa en nuestro país.

 

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