La voz del Destino Manifiesto tronó estentóreamente desde las más apretadas cavernas de la Tierra: “Miguel Ángel, ¡no circularás!”
Y es que después de tantas acciones, inacciones, mentiras, verdades a medias, declaraciones, omisiones y palabrería, ya no hubo remedio. La tronante voz era tan clara como la Tercera Ley de Newton: “A toda acción corresponde una reacción en sentido opuesto y de igual intensidad.” Igual de indispensable es la Ley del Karma: no hay causa sin efecto, aunque tarde para balancearse. O la de Hermes Trismegisto: “Como es arriba, así es abajo”. Pero la única ley que de veras se aplica en México es la Ley de Herodes.
¡No circularás! retumbaba la tronante voz entre los votantes de la megalópolis mientras la Comisión Mmegalopolitana aplicaba oooooootra vez la Ley de Herodes para el aire. No importan minucias como que el Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM haya dicho:
“Mediciones realizadas antes y después de su implantación muestran que el programa Hoy no circula ha sido contraproducente y ha conducido a una mayor emisión de contaminantes. Razones teóricas muestran que los nuevos límites de velocidad en la Cd. de México también podrían incrementar fuertemente la emisión de contaminantes no nada más por la baja eficiencia de los automotores a baja velocidad, sino por el aumento de la densidad vehicular y sus efectos no lineales en los bloqueos al flujo.”
El siempre certero Sergio Sarmiento recopiló estudios que aparecen aquí:
Especialmente interesante es esto del Dr Héctor Riveros:
Digan lo que digan los científicos fuera o dentro de la UNAM, son más fuertes los objetivos: 1. Hacer demagogia contra los “ricos” que tienen coche. 2. Hacer demagogia para que los “pobres” tengan transporte gratis o subsidiadísimo. 3. Atropellar a los “ricos” al culparlos de la contaminación. 4. Desdeñar toda verdad no verdadera (la que no se acomode a su opinión o la corrección política); correr al científico que contradiga su verdad.
Todo eso contrariando normas recientes con más sentido: restringían con engomado 2 al coche que contaminara y premiaban con 0 y 00 al de buena tecnología. Recientemente estimularon al no contaminante, sin discriminarlo por año de fabricación. Efecto: abundan aquí los coches nuevos. Si yo fuese abogado me dedicaría a los amparos pues, contra toda lógica y razón y legalidad, castigan a todos por existir e independientemente de que emitan azufre o perfume y sin que la (corrompidísima) verificación sirva para algo.
Quien tenga más de un coche sacará la camionetaza tragona o el coche viejo cuando descanse el 0 de última tecnología. Yo iba a vender un coche viejo; ya no lo haré.
Quien use camioneta para trabajar caerá bajo el programa Hoy no produce. Quien no tenga otro coche ni pueda tirar su dinero en otro quedará obligado a eso que llaman transporte: el taxi pirata, un microbús de hace 30 años, un camión asqueroso, un Metro atestado y sin mantenimiento, un metrobús sardinero. Y arriesgarse a un asalto en esos muy concesionados y “ordenados” transportes que en la visión del gobierno, por ser populares no tienen que ser agradables o cómodos o decentes o limpios o seguros. La esforzada policía extorsionará infractores y repletará los corralones en vez de proteger a usuarios de la chatarra microbusera. En otros países hay transporte apto para incapacitados pero acá es más probable que el usuario acabe en silla de ruedas.
Y son tan, pero tan inteligentes, que prohíben circular a una opción poco contaminante, las motos. Y son tan, pero tan inteligentes, que hasta al transporte público lo obligan a descansar. Sólo Santa Bicicleta sirve. Quién sabe qué opinen de ellas los discapacitados…
Hay máááááááááááááás declaraciones de buenos propósitos en el transporte, incluyendo exigir módicos 5,000 millones al gobierno federal para que hagan ¿ahora sí? lo que en 100 años no han logrado. La ventaja es que como les negaron el dinero, tendrán magníficas explicaciones para pretextar que no haya transporte.
Jamás un estatista entenderá desde su monopólico y omnipotente Estado que si el transporte concesionado es escaso y malo y peligroso es porque cuando no hay libertad de acceso al mercado ni libre competencia, hay insuficiencia. Los privilegios políticos y económicos a los grupos políticos afines son causa del desastre; y su voluntad de “ordenamiento” es la que adujeron como argumento para combatir a Uber.
Vaya diferencia. El servicio privado Uber, a base de calidad y costos conocidos y arreglos mutuos libres, se arriesga a que el cliente lo haga quebrar o lo haga progresar. Con el “servicio” concesionado y “ordenado” no hay manera de lo uno (quebrar) ni lo otro (progresar). Por sus gruesas entendederas no cabe que el transporte NO tiene que ser concesión de su virreinal poder sino un servicio tan ordinario como un estacionamiento, sujeto a disposiciones generales e iguales para todos. Si no pueden garantizar seguridad ¿qué hacen dando transporte? ¿Y por qué meter al carísimo y complejísimo Metro en el mismo cajón oficial de los taxis? Pero en este punto, lector amiga, atentamente me pedirás pedirme que deje de soñar…
Si a sueños vamos, que quiten los topes. Cada uno (datos de la UNAM) desperdicia 20 ml de gasolina, 8% más o 2 millones de litros diarios por 30,000 topes. Y a nadie se le ocurre instalar lo que hay en todo el mundo civilizado: señales de tránsito bien hechas e inteligentes (está claro que lo inteligente no se les da). Y por más que desde el gobierno de la CM hasta el científico René Drucker ataque los topes, no los quitarán porque implicaría un esfuerzo y porque los topes rinden un beneficio indispensable: hacer sentir que la autoridad es la autoridad pues es capaz de atropellar, molestar, reprimir y agobiar al ciudadano. Igualito que el no circula. Sólo por ese motivo —ganas de atropellar y reprimir— harán permanente el “temporal” HNC.
Curioso. Quien gobierna esta cuenca sueña con la Silla, no sólo Camacho, Cárdenas y López Obrador: aspiraron a ella Casas Alemán, Uruchurtu, Corona del Rosal, Martínez Domínguez, Hank, Aguirre, Ebrard, y ahora Mancera. Ninguno llegó. La Gran Chilangotitlán está tan desprestigiada que sus gobernantes jamás serán bien vistos por el resto del país, y no sólo porque pusieron sus personales ambiciones políticas encima de la ciudad.
Divertidísimo observa todo esto el gran rival del PRD en la ciudad de México, López Obrador. Espera sin duda a que el hartazgo aflore más, para sólo decir 6 palabras que acabarán definitivamente con el delirio presidencial de quien dice gobernar esta cuenca:
“Yo quitaré el Hoy no circula”
¡Cambio y fuera! Off. Good bye. Kaputt. Adiós. Hasta nunca. ¡No circularás!
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