Hoy no escribo yo (casi)

Cada año, por estas fechas, me llenan de buenos deseos. (Todo día se me inunda mi buzón con tanto, que casi me ha vencido. Hay comunicaciones importantes que no leo...

25 de diciembre, 2014

Cada año, por estas fechas, me llenan de buenos deseos. (Todo día se me inunda mi buzón con tanto, que casi me ha vencido. Hay comunicaciones importantes que no leo a tiempo y gente con la que quedo mal. Vale pues: esta temporada también es tiempo de perdón.)

Recibo diariamente cascadas, torrentes, aluviones de buenos deseos de felicidad y prosperidad para el 2015, que pretenderé corresponder aquí. En esta época (seguro que también tú) como que olvido las angustias del mundo real y —salvo las infernales tiendas y las omnipresentes risas de Mister Jo Jo Jo, detestable pervertidor de tradiciones y probable pederasta— abundan los momentos agradables. Cada año nos damos una saludable dosis de amistad y perdón en ocasión del renovado nacimiento de un niño que vino a revelar y practicar amor y esperanza.

Hoy prefiero que otros hablen, pues lo hacen mejor que yo. 

Declan, mi ahijado sacerdote, envió desde Cuenca esto que comparto: “Hoy no va a ser fácil poder atender tanta felicitación como cada uno lo merecéis… Solo puedo decir que os quiero, y os lo quiero decir haciéndolo oración. Lo hago con esta oración de san Anselmo, que ha sido un regalazo que me han dado ya en la víspera. Gracias, me hacéis ver lo inesperadamente hermosa y fascinante que es mi vida! Una oración por los amigos, que transcribo: 
Oración de san Anselmo por los amigos

“Hay varios para los que tu amor ha impreso en mi corazón una ternura más especial e íntima; para ellos mis deseos son más ardientes y me gustaría rogar a favor suyo con más devoción. Te pido pues, oh Dios eterno y bueno, por aquellos que me aman a causa de ti y por aquellos que yo amo en ti; y con más devoción aún, por quienes Tú sabes que es mayor la ternura por mí y la mía por ellos. No hago esto, Señor mío, como si fuese justo y estuviese seguro en cuanto a mis pecados, sino empujado por cierta caridad para con los otros. Ámalos Tú también, fuente de amor, que me prescribes y concedes la gracia de amarles. Y, si mi oración no merece serles útil, porque va ofrecida por un pecador, que tenga un valor para ellos, ya que eres Tú quien la ordena y quien le das valor. Ámalos, ya que eres el autor y dispensador de la caridad, y haz que también ellos te amen con todo su corazón, su inteligencia y su alma; que no quieran, ni hagan más que lo que te agrada y es beneficioso para ellos. Haz por ellos y haz en ellos, Señor, lo que puede serles útil según tu voluntad, para que sean guiados y protegidos por ti siempre y en todas partes, hasta que lleguen a la gloriosa y eterna seguridad. Amén.”

En este año dejaron este mundo dos amigos que fueron muy cercanos en la universidad, y de ellos también me acuerdo en esas líneas que dicen en esencia lo mismo de uno de mis autores favoritos. Graham Hancock, hombre honesto y libre, científico inglés investigador de las civilizaciones perdidas (ignoro si tenga creencias religiosas) terminó así una conferencia en Sudáfrica en 2011:

“No tenemos que encarar destrucción, caos y desastre, pero si seguimos convocándolos con nuestra conducta entre nosotros y en nuestras vidas, entonces quizá sí… No sé de otra civilización que parezca tan cercana a ser la próxima civilización perdida, como ésta nuestra hoy. Pero no tiene que ser así… No es la escasez de petróleo o carbón o materiales de construcción o dinero lo que está sobajando a la raza humana. Hay una fundamental escasez de amor. Es lo que más falta en el mundo de hoy… Es difícil para un individuo participar en cambiar el mundo pero lo que cada uno de nosotros puede hacer es cambiar quién es cada uno y cambiar el ambiente inmediato a nuestro alrededor para ser gente más positiva y más nutriente. Es una opción que podemos tomar y que está en nuestro poder. Nadie nos puede quitar esa decisión. Y si cada uno de nosotros toma esa decisión, podremos todos vivir en un mundo mejor.”

Hace 3 años los augures mayas de la catástrofe anunciaban el apocalipsis del 2012. Al comenzar el 2015 mexicano los conspiranoicos creen que todo podría venirse abajo. ¿Será? Hay veces que me sumo a ese catastrofista club pero no hoy. Los insurrectos de quienes he escrito recientemente se han dedicado a atacar al pueblo en sus carreteras, calles y abastos, incendian edificios y se roban camiones y dañan bienes públicos. Pero nunca un terrorista ha tenido apoyo popular; es ésa su gran pifia. Fracasarán también por su cruelmente inducidas mentiras (los 42 están vivos; los tiene secuestrados el gobierno). 

No, no me concentro hoy en malas noticias, y verazmente creo que será mejor el entrante 2015. Creo en Dios, en Mozart, en Beethoven y en Wagner. Tras tal declaración evoco lo que dijo el educador suizo J.H. Pestalozzi, que me mostró hace décadas alguien a quien quise mucho. Con esto acabo. Dice más o menos así:

“Hay que ser como un niño chiquito: creer, confiar, amar, reponerse de errores, maldades y locuras y así acabar siendo más sabio que los pícaros y bribones con toda su malicia. Es un gusto, a pesar de lo que se vea y se oiga, siempre pensar en lo mejor de la humanidad. Cada uno de nosotros yerra cotidianamente pero si cree todos los días en el corazón del hombre, tanto sabios como tontos identificarán el camino correcto y aprenderán a perdonar.” 

Y ya con esto de veras acabo, citado por el gran Steve Jobs, con mis mejores parabienes a mis amigos de ambos sexos para el 2015: “Stay hungry. Stay foolish”.

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