Agustín Carstens comentó en febrero de 2008 sobre el decrecimiento de la economía de Estados Unidos: a México “le dará un catarrito y no una pulmonía como antes”. Por esa recordadísima frase han puesto verde al entonces secretario de Hacienda y hoy gobernador del Banco de México.
Es peligrosa una frase recordable: se recuerda la palabra pero no el contexto, argumentos o circunstancias en que fue dicha. Felipe Calderón habló de “guerra” contra los narcos, lo cual tacha con tinta negra su memoria y le cargan la culpa hasta de los ajustes de cuentas entre bandas. Otro ejemplo: Adam Smith sólo escribió en una línea lo de “mano invisible” en La Riqueza de las Naciones, sin ser esencial a lo mucho que dijo en esa gran obra. Las metáforas recordables son peligrosas.
Incurro en el riesgo de que me echen en cara una frase recordable: en lo financiero estamos firmemente anclados en las nubes. Lo dije hace días en un grupo de gente informadísima en que tengo el por demás inmerecido privilegio de participar. La reacción no fue favorable. Trataré de explicar por qué insisto en algo tan subido.
Al comparecer ante senadores el 23 de abril, ya no usó don Agustín la recordable metáfora del catarrito sino la de una tormenta:
“Nos hemos… venido preparando para esta tormenta. Desde el año 2008, 2009, que fue cuando realmente se inició esta crisis financiera global, el Banco de México ha venido acumulando montos muy importantes de reservas: hemos aumentado en más de 120 mil millones de dólares las reservas, desde 2008. Y por otro lado, también hemos contratado la línea de crédito flexible con el Fondo Monetario Internacional, lo cual nos da un arsenal de cerca de 270 mil millones de dólares para enfrentar cualquier contingencia.”
Los comentadores financieros hablan de tormenta por los trastornos y secuelas de aumentar tasas acá cuando las suban allá, impactando más una economía herida por la deforma fiscal. Yo creo que don Agustín —una de las mentes más inteligentes e informadas en nuestro ámbito financiero— sabe algo más. No creo que hable de una tormenta ordinaria.
Claro que ayuda a México el arsenal de dólares construido gracias a una larga temporada de sensatez financiera, pero falta averiguar si esos dólares son roca o vapor de agua.
El 15 de agosto de 1971 Nixon desligó del oro al dólar, al que estaba sujeto desde 1944. Cantina libre para The Federal Reserve System, banco central privado que no se atreve a decir que lo es, que no tiene reservas, ni es federal, y no parece un sistema sino un cártel: sin la obligación de que cada dólar estuviera obligatoriamente respaldado en equis onzas de oro, la Fed pudo legalmente emitir dólares según se le antojara.
Lo mismo pasó en el resto del mundo porque toda moneda tenía alguna liga con el dólar, y así indirectamente con el oro. Por eso desde 1971 están ancladas en las nubes las monedas del mundo: monedas fiduciarias. Monedas fiat. Monedas sujetas a la siempre elástica moral de burócratas y grandes bancos que emiten algo que llaman “dinero”, con papel o dígitos en un registro informático. Moneda fiat (de decreto), moneda virtual sólo basada en la fiducia, la fe, la muy evanescente confianza; la fe en un burócrata que en todo caso —y digo en todo caso— cae en la tentación de financiarse emitiendo de más. Falsificando legalmente, pues. Si creemos que la falsificación legal de dinero es una práctica saludable o decente, de plano estamos en las nubes.
Claro que hay grados de irresponsabilidad y de fiducia; no todos los burócratas son iguales y hay monedas mejores y peores. El peso es infinitamente mejor hoy que el de Miguel de la Madrid, mientras que en Venezuela Maduro imita al campeón: Zimbabue. La desgracia es que los responsables del otrora prestigioso dólar actúen como dictador bananero. Desde 2008 han hecho crecer la moneda en circulación más de cuatro veces. Me parece ingenuo pensar que algo así no traiga consecuencias gravísimas. Y la deuda nacional de ese país ha crecido 80% desde ese año. Cada contribuyente de EEUU promedia una carga de $154,200 dólares, mucho más de 2 millones de pesos. Uf.
En tiempos más decentes Thomas Jefferson escribió que el papel es pobreza; sombra de dinero, no dinero de verdad. No hay que confundir dinero con moneda. A la moneda fiat la llaman dinero pero el auténtico dinero mantiene su valor independientemente del decreto, la declaración, la confianza o desconfianza en el gobierno que la emite. El dinero de verdad no depende de un burócrata; trasciende gobiernos, revoluciones y fronteras y pervive a los años, sexenios y siglos. El oro y la plata son auténtico dinero, no nada más mercancía o commodity como el cobre o el petróleo. El oro amonedado emitido en Liria o Atenas o Egipto sigue teniendo valor en sí, no sólo histórico o numismático. En cambio los billetes emitidos por Echeverría no pasan de curiosidades para coleccionistas. Si el dólar se ha degradado 96% desde 1913 ¿cómo le ha ido al peso? No quiero ponerme a llorar.
Addison Wiggin ha investigado que en toda la historia mundial, ningún sistema monetario basado en la fiducia ha perdurado. Cero absoluto. Todos han muerto porque siempre los políticos encuentran motivos magníficos para imprimir billetes de más. Toda moneda fiduciaria morirá. Unas pronto, otras después. Todas. Nuestro indispensable filósofo de Güémez avalará que las únicas monedas que no han muerto son las que están vivas. Y son las únicas que conocemos.
Si toda moneda fiduciaria se acaba, no esperemos al largo plazo en que todos estaremos muertos. Según Mike Maloney cada 20 o 30 años cambia el sistema monetario mundial, y el actual lleva 44. Las probabilidades y evidencias apuntan a que el sistema monetario basado en el dólar morirá en la presente década. No puedo imaginarme una bomba más nuclear, que la implosión de ese tinglado de naipes. Será desagradable confiar en un arsenal de nubes cuando el dólar demuestre su verdadera condición de moneda sin respaldo en algo de verdad, como era el infalsificable oro.
Las generaciones vivas sólo saben del sistema fiduciario y han nacido sin conocer monedas de plata y mucho menos de oro; les sonará a vejestorio hablar de metal precioso amonedado, cosa del pasado y no del futuro. Las escuelas de economía suelen hablar del oro y la plata como ven en las de historia el transporte en carabelas. Y además, quien esté fosilizado en sus paradigmas standard (sigo hablando de las escuelas de economía y de sus egresados) no acepta que el todopoderoso dólar esté plantado sobre las nubes y pueda derrumbarse.
Si algo no ha pasado aún no hay que suponer que no pasará nunca, como reza la fábula del señor que se lanza desde el mirador de la Torre Latinoamericana y cuando va por el piso 5 dice que los rumores de su suicidio son exagerados. Los judíos que no huyeron oportunamente de los nazis porque pensaban que las cosas no podían ser peores, no se imaginaron las consecuencias de un cambio radical de paradigma.
Resulta tan ridículo pensar que el fin de un sistema monetario fiduciario obligará a regresar al trueque de granos de café, como suponer que el automóvil haría que se extinguieran los caballos. Hace 2,600 años inventaron en Grecia un medio de cambio y unidad de cuenta duradero y auténtico, con piezas de oro fino de la misma forma y peso. Las piezas de cuño y gramaje uniformes, además de ser durables, pueden transportarse, intercambiarse fácilmente a cambio de mercancías, y muy importante: la pieza que trae en su bolsa otra persona se acepta en el mercado y paga lo mismo que la que traigo yo.
Si el sistema basado en el dólar se muere, habrá de venir uno más sólido. China es el mayor comprador y productor de oro del mundo. Dudo que lo compren por toneladas porque les guste una “reliquia bárbara” (Keynes). Algo saben, y no hacen planes sexenales sino centenarios. China se prepara para sustituir al dólar con una moneda fuerte, respaldada en oro. Lástima que el Banco de México sólo tenga unas 150 toneladas en sus reservas, y no en territorio nacional.
Vivimos en la mayor burbuja monetaria en la historia, y ninguna burbuja es estable ni tiene los pies en la tierra. Todas ocurren en la estratosfera nubosa de las ilusiones, los fraudes y las mentiras. Más vale prepararnos para la tormenta.
¿Cómo? México tiene la oportunidad de monetizar plenamente onzas de plata en un sistema monetario paralelo al peso fiduciario que nos daría, de un día al otro, la mejor moneda del mundo: dinero verdadero. Pero aunque el Banco de México o sus patrones del norte no acepten esta posibilidad, todavía es legal comprar y atesorar onzas Libertad de plata pura.
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