Diálogo en el infierno entre Fidel Castro y Pinochet

Estaba Satanás sentado en su trono al pie de un reloj cuya inmóvil manecilla marcaba la hora en que se abrirían las puertas...

30 de noviembre, 2016

Estaba Satanás sentado en su trono al pie de un reloj cuya inmóvil manecilla marcaba la hora en que se abrirían las puertas del infierno. (Nota del transcriptor: con dibujos de Gustave Doré me aterrorizaron en mi escuela infantil.)

Evaluaba Lucifer sus triunfos en la Tierra; los fanáticos de un profeta guerrero inspirado por él, mentando a un dios grande matan infieles y a los selectos los degüellan. Y veía que todo eso era malo, muy malo. “¡Qué bueno es eso, juar juar juar!”

En esas estaba el Hijo de la Mañana (Isaías 14:12) cuando irrumpió con estrépito un nuevo reo, esperado desde hacía muchas décadas. Valió la pena la tardanza, pues le hizo una sucursal en su isla caribeña: llegaba Fidel Castro.

Lo vitorearon antecesores y émulos cuya principal diferencia era ser bananeros, cafetaleros, petroleros, azucareros, pamperos o cupríferos: Pinochet, Somoza, Duvalier, Trujillo, Videla, Batista, Perón, Chávez, Stroessner, etc. Se sumaron al entusiasta coro dictadores de tiempos y geometrías distantes pero con muuuuuucho en común: Nerón, Calígula, Julio César, Napoleón, Mussolini, Stalin, Lenin, Mao, Pol Pot, Ceausescu, Hitler. Todos deleitados de recibir al longevo dictador, dueño de un carácter incomparable; en embrujo sólo Hitler podía hacerle sombra, y nada más Mussolini le ganaba en estilo.

Satisfecho por su adquisición, Belcebú permitió al ilustre inmigrado conversar con un enemigo feroz: Augusto Pinochet. Y se formó un corro de época, cuyo rebumbio subió hasta las mismísimas puertas del Purgatorio:

Fidel Castro: ¡Jajajajaja! Aquí estás tú, que me atacabas por ser amigo de Salvador Allende. ¡Ve lo que te pasó!

Augusto Pinochet: Usted sí merece estar aquí luego de haber echado a perder Cuba; yo salvé a Chile. No sé por qué estoy condenado entre los condenados.

Fidel: Salvaste a Chile de Allende, que arruinó la economía en menos de tres años, eso te lo concedo… ¡pero qué importa! Los gobernantes tenemos la obligación de mantenernos en el poder y te gané: 57 años contra 17. ¡Quién te manda andar con plebiscitos! Y por méritos para estar aquí, no haces malos quesos…

Pinochet: Pues sí, me arrepiento por eso. Supuse que me querían más y me dejé llevar… hasta pensé que no merecería como condena estar con gente tan repleta de culpas como usted y estos malditos que tenemos alrededor.

Fidel: Pues yo fui más sagaz porque jamás permití una elección; lo mejor para debilitar a un pueblo es la dictadura. ¿No crees?

Pinochet: Dice usted dictadura y tiene razón; cuando se ata desde el poder la actividad económica, no hay remedio: la gente queda uncida al poder. En cambio, al liberar la economía (como yo hice) se abre la puerta para que una votación haga imposible una dictadura.

Fidel: ¿Ya ves lo que te digo? ¡Es la economía! dijo un estúpido que creía saber de política pero ve lo que le pasó a su mujer… ¡jajaja! No tardan esos en caer aquí.

Pinochet: ¡Pero una mujer manejando un país! Eso sí que es de locos.

Fidel: Claro: ellas sólo sirven para lo que ya sabemos, aunque (chin) Raulito no esté muy de acuerdo conmigo… vergüenza de la familia, machos todos… ¿pero qué más da? ¡Hasta se creyó que le dejé el poder! Nada hizo sin estar yo mirando sobre su hombro. Ahora entregará la isla al imperialismo (el español, porque el gringo siempre nos ha ayudado).

Pinochet: ¿Pero de qué habla usted? Toda la izquierda latinoamericana cantó “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él” y ¿ahora sale con que el imperialismo yanqui lo apoya?

Fidel: Ay, Augusto, te falta callo en eso de manejar países. ¿Crees que 11 presidentes gringos habrían aguantado al castrocomunismo en Cuba si no les conviniera? ¡Me habrían aplastado como la cucaracha que soy! Ellos necesitaban ganar la guerra fría y yo necesitaba lo que me regaló la URSS. Ya no me importa decir la verdad completica. El famoso “bloqueo” a quien más ayudó fue a mí. ¿Cómo podría justificar al pueblo las colas y escasez de todo, sin un gran enemigo político y la coartada de un embargo comercial? Y hablé de bloqueo pero no lo era; un verdadero bloqueo nos habría ahogado en 6 meses.

Pinochet: ¿Pero los intentos de asesinato, la invasión a Bahía de Cochinos…?

Fidel: ¡Eso sí que me hace reír! Dicen que la CIA quiso matarme ¡638 veces! Desde envenenar mis puros hasta plantar una mina disfrazada de concha marina para que estallara mientras andaba yo buceando en trajes de buzo tóxicos. ¡Ni James Bond! ¿Crees, de veras crees que no me hayan podido matar?  Yo les convenía vivo y me dejaron divertirme con mis rumberas y jugar al gobierno y darme vida no de rey sino de emperador. Fui el hombre más rico de Cuba, ¿lo sabías? ¡Qué me duraban Batista, Somoza, Hitler y todos esos dictadorcitos corriendo a salto de mata y acabar bajo las balas, o los votos, como tú. De todos me río ¿eh? ¡Y de ustedes también! (volteó desafiantemente a la numerosa concurrencia que, arrobada, atendía en silencio tales revelaciones).

Pinochet: Bueno, yo nunca negué mi ambición de poder y la ejercí cuanto pude pero usted me ganó. De mucho le sirvió su ideología ¿no?

Fidel: ¡Pero por favor! Yo por 1961 declaré “soy marxista-leninista hasta el día que muera” porque era la moda. Y ya lo ves. Me morí con esas botas puestas.

Pinochet: El marxismo leninismo tenía ideales que yo combatí, pero es que el animal de Allende…

Fidel: ¡Pero por favor! ¿Ideales? ¿Qué no dijo el mismísimo Lenin que la dictadura del proletariado es una clase especial de garrote, y nada más? Te respeto demasiado para creer que según tú el comunismo da desarrollo y justicia a las masas. ¡No me vengas con payasadas!

Pinochet: Claro. Pero yo decidí remediar lo hecho por el idiota de Allende y…

Fidel: Y lo lograste porque hasta yo sabía que lo único que de veras saca adelante la economía es dejar a la gente trabajar con poca intervención estatal, bajos impuestos y una moneda sólida. Pero si yo hubiera hecho eso me habrían sacado del poder hace 50 años.

Pinochet: ¡Claro! Lenin dijo que la mejor manera de aniquilar a la gente productiva es molerla entre impuestos e inflación, y Marx impuestos sobre la renta muy progresivos. Usted se encaramó al poder y se quedó allí porque sojuzgó al pueblo y estropeó su economía pero sin que la escasez fuera tan espantosa como en Venezuela. ¡Y a pesar de todo, la gente lo llora! Es un caso ideal para el Discurso de la Servidumbre Voluntaria, de Etienne de la Boétie.

Fidel: Sin duda. Para que la gente se autoesclavice, cosa que logré, hay que hacerle creer que un líder iluminado la sacará de todas sus penurias. Y hablabas de Maduro. Ése sí que es un animal, sin el carisma de Chávez; pero el petróleo gratis bien vale hacer sentirse importante a ese idiota, ¿no crees?

Pinochet: La incompetencia de Maduro es de clase mundial. No hay ni papel de excusado y el tipo sigue presumiendo de socialista. No sé cómo lo aguantan.

Fidel: Me hablabas de la servidumbre voluntaria… tú no porque eras antipático y hasta solemne. Tu grave error fue ser de derecha. Yo fui simpático porque a pesar de parecerme a ti, me hice ver de izquierda y a favor del pueblo y la educación y los niños y la salud y demás cosas que presumí. Además seguí a mi admirado Goebbels e hice un montón de propaganda; luego los intelectuales se encargaron de la propaganda gratis. Eso me granjeó amistades que hubieras querido para un fin de semana. De haber abanderado tú la causa socialista seguirías gobernando Chile. Claro que tu país no hubiera progresado, como tampoco Cuba, pero tú seguirías allí. A lo mejor ni te hubieras muerto. ¡No me digas que no se te antojaba!

Pinochet: No tengo manera de responder a eso… Yo me propuse que Chile saliera adelante y ya lo ves, allá va.

Fidel: Pero ¿a cuánta gente mataste luego de tu golpe? Según yo, 2,279 muertos y 1,248 desaparecidos. Te los endilgan a ti.

Pinochet: Y a usted lo llamaban don Paredón. Sería porque hay 3,117 registros de fusilados y 1,162 ejecuciones sin juicio, por no hablar de los fugados, los marielitos, los miles de náufragos y ahogados. El guapo figurón de los menopáusicos del socialismo, el Che, dijo una vez “Para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar, motivado por odio puro.”

Fidel: Ahí ves por qué el Che murió medio siglo antes de mí… como dicen hoy, hablar así es políticamente incorrecto aunque digas la verdad.

Pinochet: En todo caso usted me gana en asesinatos, violaciones de derechos humanos y violaciones a secas.

Fidel: Puede que sí, pero yo maté a contrarrevolucionarios antipáticos y tú nunca supiste vestir tus crímenes porque mataste a gente de izquierda, siempre simpática. He ahí tu problema.

Pinochet: ¿Y qué decirme de los presos políticos que siempre ha tenido como bestias en sus calabozos, mazmorras y cámaras de tortura? ¿Cómo trató y traicionó a su compañero Hubert Matos?

Fidel: Augustito, deja de envolverte en la bandera de la virtud, que también en Chile hizo aire cuando gobernaste. Ni qué decir de tus refugiados, que hasta a México llegaron. Y te repito, caías mal porque asesinabas y torturabas a delincuentes simpáticos mientras que yo era muy simpático por hacerlo a contrarrevolucionarios antipáticos imperialistas. ¿Crees que un antipopular y antipatriótico pueda atraer buenas conciencias, a la prensa y las capillas de intelectuales?

Pinochet: Usted presumió de que Cuba ya no era burdel de Estados Unidos. Explíqueme por qué La Habana es el mejor destino para el turismo sexual y una niña de 12 años se prostituye a cambio de unos jeans.

Fidel: No entiendes. Las prostitutas revolucionarias lo hacen por gusto. ¿Y qué, me vas a salir puritano?

Pinochet: ¿Y también es culpa de los guajiros y cubanos de a pie no poder usar los mismos hospitales o médicos o restaurantes o taxis o cabarets que los turistas ni comer lo mismo que ellos? Esa una discriminación, ni con Batista. Y qué decir del tedio de los jóvenes que nada tienen que hacer, sólo deambular por el malecón y esperar al cañonazo. ¡Tres generaciones perdidas! ¡Un pueblo de sobrevivientes y de miserables con gobernantes riquísimos!

Fidel: Ya me está aburriendo tu charla.

Pinochet: Dice usted que la historia lo juzgará pero para condenarlo. Es usted un psicópata.

Fidel: Tú eres otro psicópata y lo sabes. Ya estabas condenado antes de caer aquí, pero a mí nunca me olvidarán los menopáusicos del comunismo, los huérfanos del socialismo real, los universitarios e intelectuales de este continente, los perfectos idiotas latinoamericanos, los zombis burocráticos y los aviadores sindicales, los caudillos mesiánicos o las buenas conciencias. ¿Ya viste que López Obrador me comparó con Mandela? ¡Ése sí que se pasó! ¡Yiajajajajajaja! ¡Juar juar juar!

Fidel Castro se cayó al suelo por carcajearse de los despropósitos de sus partidarios; el demonio mismo cayó tan hechizado por esa personalidad como algún biógrafo que deliberadamente evitó entrevistarse con Fidel para no caer en su embrujo. Y Satanás debió contenerse para no sucumbir a tan tentadora tentación. Decidió entonces cancelar el debate y mandar a los condenados a sus hornos y galeras mientras se tomaba un té de azufre para refrigerar sus pulmones. El encuentro había sido insólito incluso para él. “¡Hasta el viejo diablo aprende siempre algo nuevo!” musitó con satisfacción.

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