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Y Así… Empezó la Primera Temporada

Al estilo de las populares series que se transmiten por televisión; Netflix y similares, el nuevo gobierno producirá en su desempeño —valga el símil— seis...

23 de enero, 2019

Enrique Rodríguez-Cano Ruiz

Al estilo de las populares series que se transmiten por televisión; Netflix y similares, el nuevo gobierno producirá en su desempeño —valga el símil— seis largas temporadas. Una temporada por cada año del sexenio.

Y así, cada mes veremos un nuevo capítulo en los que habrá acciones de gobierno seguramente controvertidas y al final, como resultado, el deseo de cualquier persona sensata es que se produzca una transformación real de nuestro país, que sin duda urge, destinada a producir prosperidad y bienestar para todos los mexicanos: que los pobres sean menos pobres; que no haya tantos millones en pobreza extrema y que los ricos cumplan con su verdadera función social: crear empleos bien remunerados. ¡Por lo que enseña este comienzo, va a costar sangre, sudor y lágrimas!

Y así, después de casi dos capítulos de la primera temporada del gobierno que encabeza Andrés Manuel —vaya que empezó a tambor batiente desde que ganó las elecciones—, tengo que decir que advierto buenas intenciones; muchos trompicones y muchas dudas por el estilo personal de gobernar que tiene el hombre.

Y así, los medios impresos, electrónicos y las redes sociales se encargarán de cuestionarlo con dureza y sin duda, todos los servidores públicos que toman decisiones tendrán que escucharlos con atención. Tomarlos en cuenta. Gobernar es tomar decisiones, pero también es saber rectificar.

Y así, parece que todo lo “malo” que ha pasado “es su culpa”. ¡Hasta que vuele una mosca! Las tres tragedias ocurridas: el helicopterazo de Puebla, el desabasto de hidrocarburos y la explosión de Tlahuelilpan son tres sucesos que muchas mentes lo culpan. Hasta el aparente suicidio del accionista de la cadena de tiendas Soriana que según, me ha explicado un especialista en práctica forense, es imposible que la pistola haya quedado en su mano izquierda. ¿Alguien lo victimó? Es absurdo pensar que se trata de un “complot” tramado desde el poder.

Y así, la crítica sigue implacable, como fue la designación del primer Fiscal General de la República, “electo” por el Senado, que recae en la persona del doctor Alejandro Gertz Manero, que hasta en la lejanía de la Patagonia se adivinaba que iba a ser el ungido. En términos de apuestas estaba 1 a 9 y me parece una grata designación. Un acierto es que el presidente ya declaró que será totalmente independiente en sus funciones. ¿Le creemos?

Y así, podemos agregar el tema del aeropuerto de Texcoco que murió como perro rabioso porque, cómo vamos a tener una terminal aérea de clase mundial o los despidos masivos de servidores públicos porque la austeridad republicana así lo exige; o la rebaja de sus sueldos… y para qué le sigo.

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Y así, una noticia opaca a la anterior y se quedan en aparente olvido. La apuesta de los incrédulos —que no creen en nada, escamados después de tanta impunidad— es que del percance ocurrido en Puebla nadie sabrá la verdad. El desabasto que todavía sucede en los estados productivos de Guanajuato, Jalisco y Michoacán todavía no se resuelve —pagando un alto costo para la producción y la población—, problema creado aparentemente por la improvisación y la falta de planeación.

Y así, la terrible explosión que todo el mundo atestiguó —en que mueren decenas de personas y muchas otras quedarán marcadas de por vida— se debe a que Pemex se operó, por años —décadas— como la peor empresa productiva del estado, en que se ha permitido tanta corrupción y enriquecimiento inexplicable para sus dirigentes y sindicato. Los ductos de Pemex están obsoletos y no existen sistemas mínimos de control de los fluidos. ¿Hay responsables?

Y así, hay que tener claro que robar es un delito, pero crear pobreza es un delito más grave que ni está tipificado en nuestro Código Penal.

El problema es de raíz, donde se le rasque hay graves problemas y señalamientos.

Para que haya una verdadera transformación el presidente de México y su equipo de colaboradores tienen que buscar consensos, alianzas: un nuevo Pacto por México, que en síntesis significa contar con un auténtico “Estado de Derecho”. Sin él, no hay evolución posible.

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