¡Un Día sin Mujeres!… Machismo y Feminismo

Al parecer, la ciudad capital pudo digerir los hechos recientes de hace unos días. El 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la...

12 de marzo, 2020

Al parecer, la ciudad capital pudo digerir los hechos recientes de hace unos días. El 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer en el que valerosas mujeres organizaron una marcha de protesta. Miles de mujeres participaron para mostrar su inconformidad por la violencia de género que sufren prácticamente todos los días. Mujeres de todas las condiciones sociales marcharon codo a codo, a pesar de las muestras de vandalismo que ocasionaron el contingente de encapuchadas, en que se demostró que la impunidad todavía existe.

Al marchar, las mujeres demostraron su fortaleza y valentía como corresponde a su verdadera naturaleza, pues había incertidumbre: amenazas de posibles choques con grupos radicales. 

El día 9, la convocatoria promovida por el colectivo veracruzano las @brujasdelmar encontraron eco y la sociedad civil las acompañó. Actrices, periodistas, servidoras públicas de todos los niveles se sumaron al llamado. También encontraron resonancia en un buen número de organizaciones empresariales y de empresas. Con el hashtag #elnuevenadiesemueve, lograron hacer pública la protesta derivada por la violencia que sufren las mujeres. ¡Nuestras mujeres! 

Así, se hizo sentir la fuerza femenina para que ese día, en justa rebeldía, las mujeres no fueran a trabajar, no salieran de sus casas, no llevaran a sus hijos a la escuela, no compraran nada, y por lo que pude constatar tuvo éxito y cimbró a la sociedad mexicana. Cuando menos en la Ciudad de México. Las calles semivacías, poca actividad comercial. Los bancos sin cuentahabientes.

Sí “el movimiento feminista” se extendiera por un mes las cosas se pondrían color de hormiga. La economía se iría a pique como dicen que sucede con Pemex. Una obviedad: Sí por 40 años las mujeres desaparecieran, el género humano se extinguiría y la vida orgánica del planeta, sin duda, lo agradecería. ¡Esos son los frutos del género humano en el siglo XXI!

En respuesta, el presidente Andrés Manuel López Obrador mostró tibieza, por decirlo suavemente, culpando, como siempre, a los conservadores que lo quieren lastimar. Hace algunos días mencionó “la abnegación” como ejemplo de virtud de las mujeres. ¡Ya no son los tiempos de Benito Juárez y de Margarita Maza!, sea dicho con todo respeto.

El movimiento no era en su contra, aunque sí, es el Estado el responsable de proporcionar seguridad y educación adecuada a todos los ciudadanos. De contribuir a cambiar los paradigmas de nuestra cultura y civilización.

En otros países seguramente padecen la violencia de género hasta de manera más severa. En la Rusia de todos los zares, el presidente Putin quiere prohibir la homosexualidad y propone que en la Constitución solo se admita el matrimonio entre dama y caballero. ¡Ese es el líder de la tierra de Tolstoi y de tanto gigante! Solo enseña su pequeña mente en este mundo del siglo XXI. La mentalidad de los líderes de la nación de nuestro país y de Rusia son del siglo XIX.

Bien. Se puede afirmar que la violencia de género tiene como origen la educación que hemos recibido los mexicanos; hombres y mujeres, de todas las clases sociales. Los usos y costumbres de los pueblos mandan… ¡Y el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra…!

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Así las cosas, el fenómeno del “Machismo y Feminismo” son caras de una misma moneda. En el libro de Nathalie de Salzmann de Etievan, “Tal Como Uno Hace su Cama, se Acuesta”, La Relación de Pareja lo explica muy bien. Vale la pena leer unos fragmentos:

Volviendo a la idea fundamental de que las naturalezas del hombre y la mujer son diferentes, debemos comprender que esto no quiere decir que una sea buena y la otra mala, ni que una debe estar sometida a la otra, sino que difieren, justamente, de manera complementaria.

Desafortunadamente, la incomprensión de este hecho ha dado nacimiento a una educación separatista que ha traído como consecuencia dos fuertes actitudes: el machismo y el feminismo.

Esta educación ha hecho que tanto hombres como mujeres tengan un mundo propio y diferente…

Desde pequeños, a los varones no se les ha permitido hacer ciertas cosas, pensar de una determinada manera; por ejemplo, no deben demostrar cariño, jugar con muñecas, aprender a cocinar. Se les ha dicho muchas veces: “un hombre no llora”, quizás por miedo de los padres a que su hijo sea demasiado delicado, sensible, afeminado. De igual modo, a las niñas se les ha dicho que no deben ir a fiestas solas, jugar al fútbol o montarse en un árbol.

Aunque las costumbres están cambiando en muchos hogares, el varón ha sido educado como el que manda en casa, todo le está permitido, sus deseos han sido aceptados casi sin cuestionamiento, deben ser obedecidos y, por consiguiente, valen más que las personas del sexo opuesto. Esta educación ha producido en los hombres una actitud separatista y los ha llevado a mantener esa imagen frente a sí mismos y frente a los demás. A eso se añaden las ideas acerca de su “conocimiento sobre el sexo” y ahí también tienen que crear una imagen de superioridad porque no saben hacer otra cosa. Es así como surge el ”machismo”.

En contraposición, la mujer ha sido educada para aceptar la superioridad masculina, para sacrificarse siempre, soportar las infidelidades y ocuparse prácticamente sola de su hogar y de sus hijos. Evidentemente, en vez de unir, esa educación separa. Las mujeres, dada esa educación limitante, de aparente sumisión y sacrificio, basada en ceder siempre, sienten interiormente una carga negativa, que va en aumento y que alguna vez tendrá que manifestarse. Muchas, que aceptan esa situación como la única posible, toman venganza casi sin darse cuenta, con sus hijos varones. Es decir, los educan exactamente como señalamos antes: pequeños dioses ambulantes que pueden hacer todo lo que quieren, para que, al crecer, hagan a otras mujeres tan infelices como lo fueron sus madres. Es decir, crean “machistas”.

Otras mujeres reaccionan, abandonando su hogar y sus hijos, para ir hacia una afirmación personal en la vida.

Poco a poco, la actitud de la mujer, demasiado cargada de negatividad hacia el hombre o con demasiados rencores, ha ido cambiando, adquiriendo un tinte egoísta, liberal, independiente, muy parecido a la actitud masculina que rechaza; pero con un matiz de odio o rencor que impide todo acercamiento y comprensión.

Es así como nace el “feminismo”, es decir, esa fuerte reacción actual de las mujeres que consideran a todos los hombres como unos “cochinos”, “las mujeres no los necesitamos”, “todos somos iguales y reclamamos las mismas oportunidades” y tantos otros postulados que todos conocemos. En la actualidad, el mundo, como resultado de esta forma de ver las cosas, produce hombres que no son hombres y mujeres que no son mujeres; un mundo donde hay demasiado odio, desdén y rechazo de parte y parte.

¿Por qué reaccionar de una forma tan violenta contra algo que hemos sufrido durante tanto tiempo? El machismo ha existido en nuestros países latinoamericanos desde hace mucho tiempo. Y el feminismo viene ahora a implantarse fuertemente también. ¿Será que las mujeres piensan que ante la exageración tan grande que hay en la actitud de los hombres, al adoptar ellas una actitud opuesta, más fuerte todavía, se podrá producir una situación justa y buena?

Ya he visto a varios hombres bajar la cabeza bajo la avalancha y colocarse en el puesto que antes tenía la mujer. Y, sin embargo, ninguna mujer quisiera tener a su lado a un hombre así. Con una actitud exagerada de lado y lado, ¿qué vamos a hacer de nuestros hijos y de los hombres y mujeres del mañana?

Ninguna exageración es buena: ni la del hombre que entra en su casa con la idea de que es un superhombre, que la mujer debe salir a recibirlo para ponerle las pantuflas y aceptar cualquier cosa de él porque él lo dice; ni la de la mujer autosuficiente que rechaza la compañía y el apoyo del hombre.

Siempre hemos visto cómo, en el mundo, una cosa exagerada provoca la exageración opuesta. En tiempos de la Reina Victoria todo estaba prohibido, todo era pecado, mientras que ahora ocurre todo lo contrario: todo está permitido, no hay nada malo… Y ¿cómo que no hay nada malo?

¡Hay muchas cosas malas! Malas, porque impiden el desarrollo del ser humano y, por consiguiente, no aportan ni paz, ni alegría, ni felicidad. De ambos lados hay que ir trabajando, erradicando esa manera de ser y de pensar. Uno no puede continuar creyendo que solamente es el otro quien debe hacer los esfuerzos.

Es el momento de buscar una posición claramente intermedia, que tome en cuenta las dos naturalezas, tratando de entender el porqué de las cosas. De ese modo, sí habría un acercamiento posible. Asumir una posición totalmente contraria a la existente, no va a arreglar nada. Lo único que lograría es crear nuevas dificultades, seguramente Peores que las actuales.

Por lo dicho, y siendo un hecho que nuevos programas de educación deben ser la base para que el machismo y feminismo tomen el lugar que les corresponde y se reduzcan; en el hogar habrá que cambiar la manera de pensar y educar a nuestros hijos de forma diferente. 

Sin duda, el Estado mexicano y su sistema educativo tendrán que formar futuras generaciones de hombres y mujeres diferentes de lo que hemos sido. ¡Muy lejos estamos… pero hay que empezar! 

Así pues, los responsables del Estado mexicano deben, de una vez por todas y a la voz de ¡Ya…! diseñar las políticas públicas adecuadas, propuestas por los especialistas, para que la violencia de género se minimice.  ¡¡¡Ya es ya…!!! ¡O van a esperar a que las mujeres bloqueen Reforma!

 

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