Cada cierto tiempo el lenguaje que utilizamos —y que se lee o escucha frecuentemente— cambia. Se modifica, se enriquece, se prostituye. Hay palabras o frases que se usan un montón y ahora se dice que se hacen "virales", lo que quiere decir que se difunden ampliamente en las redes sociales, en las conversaciones entre amigos, entre los artículos y columnas de periodistas prestigiados. Y también se utilizan nuevas expresiones como mar de fondo cuando el oleaje del mar se enfurece.
Palabras como conflicto de interés, impunidad, corrupción, transparencia, rendición de cuentas, narcotráfico, delincuencia organizada se escuchan cada vez con más frecuencia. Falta la palabra simulación, acción que me parece se está convirtiendo en deporte nacional. Existe una gran simulación en este país. Pocas personas —sobre todo en el sector público— hacen su trabajo, se la pasan simulando que trabajan y que cumplen con sus obligaciones. ¿A poco no?
Así, desde el policía de crucero que se la pasa viendo a quién le levanta una infracción —sin dejar de mirar de vez en cuando las piernas de las valientes conductoras— hasta la actuación de los servidores públicos de todos los niveles. Hasta la estratósfera. Se la pasan simulando. Para mí es sorpresa —reconozco mi ignorancia— que es todo un tema y jurídicamente se toca con suficiencia.
Encontré que "En las relaciones jurídicas diarias los seres humanos, realizan una diversidad de actos simulados. Algunos por el simple gusto de mentir otros con relevancia jurídica. En el ámbito de los actos jurídicos, la simulación es muy frecuente. Se usa para engañar a terceros con los más diversos fines: aparentar solvencia o insolvencia económica, defraudar a los acreedores, engañar a un pariente pedigüeño, eludir prohibiciones legales, protegerse contra la delincuencia, evitar herir susceptibilidades, evitar el pago de impuestos, beneficiar a unos hijos antes que a otros, facilitar la realización de ciertos negocios" y así la simulación… ¿llegó para quedarse?
Así pues están "algunos" diputados y senadores que simulan que trabajan y que legislan, cuando muchas veces son despachos que fueron contratados por los interesados en que se promulgue cierta Ley —cabildearon para ello— y las redactaron.
Todo lo anterior lo afirmo por mi experiencia. Cuando nos invitaron a dar nuestra opinión como especialistas en la Industria Hípica, en los foros que organizó la anterior legislatura de la Cámara de Diputados para conocer el estado que guardaban las empresas permisionarias en materia de juegos y sorteos —hasta una Comisión Especial se formó— y luego para enriquecer la nueva Ley de Juegos con Apuesta pues el resultado fue claro: muchas palabras y pocas nueces. Los recursos públicos se gastaron; se escucharon las voces de los expertos y se presentaron ponencias. Al final la Dirección de Juegos y Sorteos contrató un despacho de abogados que redactó la Ley la cual quedó dormida en el Senado sin que se promulgara. Y cuando le pedimos al senador Miguel Barbosa, en ese entonces presidente del Senado una reunión para explicarle el tema, no fue ni para responder a nuestra solicitud. Todo ello efecto de la simulación que padecemos.
Y así puedo enumerar y dar muchos ejemplos. El sistema de las escuelas multigrados y su forma de operar es una simulación como lo expone Maite Azuela en su artículo reciente de El Universal.
Ahora, hasta acusan a AMLO de utilizar su visita al Papa Francisco para buscar votos simulando su fe cristina. Son simulaciones perfectas los escándalos recientes de las casas: la casa blanca y la otra y la otra… ¿O no?
Otro ejemplo: La integración de la Comisión Mexicana de Carreras de Caballos y de Galgos, A,C. que inventó Santiago Creel cuando era secretario de Gobernación—a través de su amigo Manuel I. Pacheco Hinojosa—. En asociación con la empresa permisionaria del terreno que ahora disfruta las 52 hectáreas del Hipódromo de las Américas (antes CIE ahora CODERE) formaron una simulación perfecta. La Comisión la formó la misma empresa y por años su comisionado presidente fue el mentado señor Pacheco. Ahora el ingeniero Patricio Zambrano Plant se presta al juego y así, alguien tiene un negocio redondo. Y así regulan y vigilan a su conveniencia… mientras la industria hípica va despareciendo.
Un ejemplo más. Las subastas que organiza la Asociación de Criadores de Caballos Pura Sangre en donde se subastan sólo la tercera parte de los caballos inscritos en el catálogo y los otros —los buenos— pues no se ofrecen, queriéndole tomar el pelo a algún incauto que se acerque por allí, todo por la ignorancia, falta de capacidad e imaginación de sus dirigentes que después de años de organizarlas no se han dado cuenta del daño que le han hecho a la industria solo por complacer a la empresa porque a los criadores mexicanos no los benefician. Y así con algún propietario, que bajo diferentes seudónimos ofrece él solo una carrera, defraudando así a los ilusos y escasos aficionados y con la venía de las autoridades reguladoras.
Y la pregunta que tomé prestada de alguna parte es ¿Por qué México sigue metido en un sistema de simulaciones y escarceos que se traducen en leyes de avanzada y reformas constitucionales de primer mundo, pero que se quedan en agua de borrajas cuando se trata de temas trascendentes?
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