La Corrupción en Acapulco… ¡Una Vergüenza!

"Para que la Corrupción se acabe, ¡nadie por encima de la LEY...!", Máxima del Corporativo Prudente

16 de agosto, 2017

Enrique Rodríguez-Cano Ruiz

“Para que la Corrupción se acabe, ¡nadie por encima de la LEY…!”, Máxima del Corporativo Prudente

A lo largo de mi vida “productiva” he incursionado en diferentes tipos de negocios: construcción en general; fabricación de muebles y objetos decorativos; carpintería de obra. En la industria del entretenimiento, cuando las discotecas —antros como ahora se les conoce— estaban prohibidas y había que trabajar por medio de “amparos”; así fui accionista de discos y restaurantes. Por años trabajé en la industria hípica que también es parte de la industria de entretenimiento y que realmente pertenece a la Industria del Juego. En fin… en muchas.

Y así, a lo largo de varias decenas de años —inquieto al fin desde joven— como el empresario que soy, enfrenté diversos tipos y formas de corrupción: desde la clásica mordida, hasta estafas, arreglos por debajo de la mesa y todo ese tipo de cosas. Generalmente los empresarios están a merced de la corrupción y no les queda otra más que ponerse a mano para que sus negocios marchen, pues de lo contrario es casi imposible que sus intereses fluyan. Lo más grave es que los empleos que crean se pierden.

Pensando, de alguna manera, la corrupción a alto nivel es una forma de distribuir la riqueza, pues si todo el mundo pagara sus impuestos, derechos y obligaciones a tiempo, y no hubiera este “modus vivendi” tan generalizado, los detentadores del poder se las ingeniarían para hacerse llegar recursos por otras vías.

Como el famoso “diezmo” que los contratistas pagan para ganar un “concurso” de la obra federal que asigna este gobierno (ahora me dicen que es un 15% por adelantado) y así los “servidores públicos” aseguraran dinero suficiente para que sus bisnietos no se tengan que preocupar para vivir como reyes. O de plano se roban el dinero como en tantos casos ahora conocidos, sin el menor empacho: Javier Duarte y Cía. son el mejor ejemplo.

Veremos en qué acaba el nuevo escándalo del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, por recibir presuntamente 10 millones de dólares como propina para otorgar contratos que ex directivos de la empresa brasileña Odebrecht aseguran dieron al amigo del presidente.

Yendo al punto, como nada es para siempre, al retiro de mi actividad hípica —pues fui entrenador de caballos de carrera en el malogrado Hipódromo de las Américas— volví a hacer negocios en lo que fue el magnífico puerto de Acapulco, ahora tan disminuido, preso de la corrupción y del crimen organizado.

Antes, mucho antes, había incursionado en los negocios en el puerto en la época en que era gobernador del estado de Guerrero Rubén Figueroa Figueroa —el viejo— y el cual por ser amigo de mi padre —y su hermano Ruffo de mi tío— operamos un restaurant/bar bastante exitoso que se llamó Mr. Tandem, de este negocio derivó una discoteca en el sur de la ciudad de México —Lady Tandem— que en su momento fue la más exitosa en la ciudad de México.

En fin, todo esto viene a cuento porque en ese entonces al ser “amigos del gobernador” todo fluyó y las licencias de operación y uso de suelo se tramitaron fácilmente: se pagaron sin problemas los derechos y debo decir que el negocio fue exitoso.

En 2005, volví como empresario. Félix Salgado Macedonio era presidente municipal del puerto más bonito del mundo. Ganó la alcaldía siendo candidato de su partido, el PRD y era famoso por andar en su motocicleta. Aperturamos varios negocios y como el ciudadano común que soy, tramité las licencias y permisos municipales. Nunca me pidieron un centavo. Había incluso un campaña vial que promovía el municipio que decía “al turista no se le infracciona”.

Al término del mandato de Félix le siguió Manuel Anorve Baños del PRI, la campaña de apoyo al turista terminó y la corrupción floreció. Habría que conocer su lujoso departamento que tiene en el piso 14 del Condominio Las Palmas, enfrente de la Diana Cazadora. ¿Con esos sueldos, imposible?

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^{Evodio y el Gober Astudillo inaugurando con bombo y platillo algo}^.

Ahora con el alcalde perredista Evodio Velázquez Aguirre la corrupción está insostenible. Incontrolable. Entre cosas que recuerdo está la remodelación del centro histórico que costó una fortuna; con adoquines simulados y las banquetas, en muchas de sus calles, inexistentes. Se olvidaron de los peatones existen y no hay donde estacionarse fácilmente. Resultado: el caos.

En días pasados me presenté a la oficina recaudadora del catastro para hacer el pago del impuesto predial de este año (tardío pues hasta ahora conseguí el dinero) —ya terminó el período de gracia argumentaron, los empleados que me atendieron. Las multas y recargos doblaban la suma original por pagar.

“Pero no se preocupe mi amigo, con el 35 porciento lo arreglamos” me ofreció quien me formuló la liquidación respectiva. Me resistí pues no era legal su acción y acabé pagando el predial sin problema pero debo confesar que para “suavizar al servidor público” le tendí una trampa —me armé de valor— y lo grabé. Al pobre funcionario de tercera, que me pidió el moche, lo amenacé con denunciarlo. Argumentó —no es cosa mía patrón, hay que pasar electricidad hacia arriba.

Así, de este modo, Evodio gobierna sin vergüenza y Acapulco pues, ¿a quién le importa?

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