“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”
Artículo 87 de la Constitución Política.
Cuando Agustín de Iturbide se proclamó emperador en 1822, Guadalupe Victoria conspiró en favor del sistema republicano. Al caer el Imperio, el 2 de octubre de 1824 fue proclamado primer presidente de México.
Después de 194 años, Andrés Manuel López Obrador será el presidente de México número 85.
Han ocupado el cargo desde Miguel Miramón —quién fue el presidente más joven de la historia, a los 27 años— hasta Pedro Lascuráin, que duró 45 minutos en el puesto y dudo que siquiera se haya sentado en la silla presidencial, para dar paso al terrible Victoriano Huerta; chacal entre los chacales.
Así, muchas historias se pueden relatar de los presidentes de México.
En la historia reciente de México, la victoria de Andrés Manuel es la primera que, al parecer, pudiera iniciar una revolución de las conciencias. Esperemos sea una verdadera evolución del sistema político, económico y social del país, para bien de todos, sobre todo —como enfatiza Andrés Manuel— para los pobres que se cuentan por millones.
Espero que el afán del tabasqueño de dejar su nombre grabado en letras de oro y se le reconozca como un gran presidente, no sea realmente una de sus prioridades, como lo he escuchado expresarse. El hecho es que con su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) va a lograr crear las condiciones para que, durante su mandato, las iniciativas y cambios que en su plan de gobierno estima que necesita el país, se aprueben tersamente en el Congreso de la Unión. El peligro es que se vuelva autoritario, por ejemplo, que a su antojo remueva gobernadores como se acostumbraba en el viejo régimen priísta del pasado.
La historia de los presidentes de México es rica en anécdotas fascinantes y la de Andrés Manuel —para llegar a ocupar el cargo— no es menor. Gracias a que es un hombre de una perseverancia admirable, lo logró. Por supuesto, se va a especular de todas las formas imaginables de que llega al poder gracias a mil arreglos cupulares. En mi opinión, las estrellas del universo conspiraron a su favor, y logró su triunfo. El hartazgo ciudadano y las pésimas campañas de sus contrincantes lo favorecieron y así, su partido barrió en todo el país como una aspiradora de alta presión —no necesitó una escoba— para conseguir su objetivo.
Andrés Manuel ha pasado años y años buscando la presidencia con el firme propósito —dice— de “transformar el país” —se supone que para bien— y aunque no parece un hombre ambicioso, tener poder es probablemente una de las peores de las bajas pasiones del ser humano. ¡Aguas!
Al tiempo y por sus acciones lo conoceremos. El deseo de que tenga éxito es innegable y su poder, el 1 de diciembre, será del tamaño del gigante que aspira a ser.
Lo que puede preocupar es saber qué tan factibles son sus propuestas. Hay algunas que no suenan fáciles de implementar, entre ellas apunto unas cuantas.
¿Podrá cumplir que, desde el primer día del próximo gobierno, los jóvenes tengan garantizado el derecho a estudio y trabajo? Tendrán beca mensual. Y universitarios de escasos recursos apoyos de 2 mil 400 pesos mensuales.
¿Podrá contratar a dos millones 300 mil jóvenes y otorgar sueldos de 3 mil 600 pesos mensuales como aprendices? ¿Aprendices de qué? 8 mil 280 millones de pesos se antoja una barbaridad de dinero. ¿De dónde saldrá tantos recursos?
¿Podrá garantizar educación gratuita en todos los niveles? Se dejará sin efecto las medidas de la reforma educativa.
¿Podrá reducir la violencia e inseguridad? Pues el diagnóstico es darle atención a causas económicas y sociales que la provocan. Así dice “pondremos orden para asegurar la tranquilidad de todos los mexicanos”. ¡Suena demasiado fácil!
Van a pasar muchos años para que veamos el éxito de su proyecto; “y si así no lo hiciere que la Nación se lo demande.”
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